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488 JULIO LAVANDERO PÉREZ nuevo Vicariato cuya capital sea Tucupita. El nuevo Vicario es ordenado en el 56 y se inicia la nueva andadura con refuerzos nuevos. Por otra parte, las parroquias de la zona de Upata regresan a la diócesis de Bolívar. La Misión del Carona queda reducida a la Gran Sabana y el Río Paragua. En Tucupita se inicia prontamente la construcción de una hermosa ca– tedral y de la correspondiente residencia de Vicario que vienen a inaugu– rarse en los años 80. Se levantan también varias iglesias filiales que se atienden desde una única residencia en Tucupita. Se funda un Colegio en 1957, que funciona hasta 1976 en que por falta de misioneros se ofrece a la Comunidad Educativa del mismo. Esta no se pone de acuerdo y el edificio se alquila al INCE, para la EducaciónArtesanal. Con la apertura de carre– teras y los nuevos aires del Concilio se van cambiando las estructuras pas– torales: se inicia un programa sabatino de radio que aún perdura, se vitan semanalmente las escuelas de los caseríos, las congregaciones y cofradías tradicionales se transforman en movimientos de Cursillistas, Legión e Ma– ría y Carismáticos, más dinámicos y comprometidos con La Pastoral de Conjunto. Se dan clases en Liceos, Colegios e Institutos Universitarios. Se atienden las capellanías del Ejército, Policía y Guardia Nacional. La JU– FRA local adquiere vitalidad vocacional dando candidatos a la Orden y al Vicariato. Pedernales y Curiazo gozan de sacerdote residente, desde don– de se funda las Estaciones Misionales de María Reina y Atojetana, como de Araguaimujo nace la de Nabasanuca. Con la ayuda de MISEREOR se consigue una Draga para elevar y consolidar los terrenos deltáicos de los puestos misionales siempre amenazados por las inundaciones. Con el res– paldo oficial se multiplican las escuelitas por las rancherías indígenas. Lamentablemente, por falta de recursos y personal propio, todas las es– cuelas, incluso las de los Centros Misionales, se estatifican escapando de hecho a nuestro control y supervisión. Igualmente se reducen o pasan al Ejecutivo bastantes de nuestras responsabilidades, causando problemas y desajustes de orden social, económico y religioso. A ello se agrega el tota– litarismo omnipresente y absorbente de los partidos políticos económica– mente sofocan las iniciativas privadas con el fin de captar en exclusiva, mantener y manipular el voto popular. Así desaparecen nuestros trabajos promocionales agrícolas, pesqueros e industriales, sin una contrapartida consistente. Al contrario, la politiquería electorera irresponsable inunda de créditos y sueldos a las comunidades indígenas que éstas pagan no con productos y servicio sino con votos. De esta forma, la corrupción y el vicio se generalizan entre estas gentes recolectoras a quienes nuestros misione– ros intentaron y lucharon por formar en el trabajo, la responsabilidad y la honradez. En la zona indígena permanecemos aún en Araguaimuijo y Guayo, desde donde se visitan las Estaciones Misionales y otras comuni– dades acompañando a los indígenas a tomar las riendas de su propio por– venir con responsabilidad ciudadana, étnica y cristiana. Los internados se

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