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LOS CAPUCHINOS CASTELLANOS EN LA EVANGELIZACIÓN DE AMÉRICA 487 edificó un gran colegio que por los momentos se tiene alquilado. La Villa del Rosario y Casigua las hemos traspasado a sacerdotes seculares misio– neros. Esa ha sido nuestra política: al escasear nuestro personal, entrega– mos a otros misioneros aquellos centros menos gravosos o difíciles, que pueden mantenerse congruamente por sí mismos una vez que están en ple– no desarrollo las infraestructuras tanto físicas como pastorales. La zona de la Motilona está habilitada por dos etnias: los yucpa y los barí, conocidos popularmente como motilones mansos y motilones bravos, enfrentados secularmente entre sí a nivel de etnias y de comunidades, in– capaces de hacer frente común contra el invasor que día a día los va aco– rralando contra la sierra. La zona era un hervidero de intereses, de pasio– nes y rencillas, enconadas por el tiempo y los continuos roces inamistosos. Así, pues, a dos años de la creación del Vicariato, las misiones plantan sus pies en esta espinosa tierra, en la ribera del río Tucucu. Al poco tiempo cae traspasado uno de ellos. Le sucede otro intrépido hermano que a su vez es también traspasado. Las flechas son indígenas, pero se duda sobre quién las envía. Ambos, flechados de muerte, sobreviven superantlo una increíble odisea. Y hoy pueden contemplar emocionados el Centro Misional de los Ángeles del Tucucu. Allí se asienta una progresista comunidad yucpa con sus casitas campesinas dotadas de los servicios mínimos, con sus haciendas de café, con sus conucos y hatos de ganado, con su vialidad para vender rá– pidamente sus productos y defender sus derechos, integrándose como gru– po diferenciado en el quehacer común nacional, gozando de una zona indígena reservada para ellos y los barí bajo la Cruz alzada y mantenida in– trépidamente por las Hnas. De Santa Ana y los Hnos. Capuchinos de Cas– tilla. Los barí o motilones bravos, acosados por las compañías petroleras, los terrófagos y sus sicarios, no conocían otro diálogo que el de las balas y las flechas. Su lengua nos era desconocida. Para llegar a un encuentro amisto– so, los misioneros idean y llevan a efecto los "Bombardeos de la paz", ba– jo el lema de "Dádivas quebrantan peñas". Quince años después, en 1960, se llega finalmente a los inexpugnables bohíos, arrastrando con fe valiente el riesgo de lo inesperado para darse el ansiado abrazo de la paz. Hoy, las comunidades barí de Bogsí y Saimadoy son dos centros misionales en los que mantenemos nuestra presencia codo a codo con las Hnas. Lauritas. Pueden ofrecerse como ejemplos de un nuevo estilo de Misión, más acor– de al parecer con los postulados de etnología y la sensibilidad social actual. Misión-Vicariato de Tucupita, 1954 Dada la gran extensión de la Misión del Carona, se desgaja de la mis– ma el entonces Territorio Federal Delta Amacuro para con él formar un

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