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484 JULIO LAVANDERO PÉREZ sioneras, su iglesia, dispensario, escuela, talleres, conucos, granjas, hatos de ganado, etc., lo que nos evita enojosas repeticiones. Por razones únicamente geopolíticas, el Estado exige fundar en la fron– tera del río Barima. Allá van nuestros frailes pasando las mil peripecias una y otra vez en la navegación de las barras del Orinoco. Fundaron San Antonio de Barima. Duró dos años: una inmensa marea echó por el cieno todos los sudores y proyectos. Dejando un fraile enterrado salen a fundar en el Cerro de Guauausa, en la frontera del río Amacuro. Doce años de so– ledad, de sufrimientos y de muerte acabaron con su ganadería, sus inter– nados, sus conucos. En aquel lugar de paludismo endémico dejamos ente– rrados varios internos, una hermana misionera y un montón de sueños. Los internos sobrevivientes son trasladados a Araguaimujo. Y los misioneros, palúdicos de por vida, siguen su calvario con fe y entusiasmo en otros Cen– tros. Así se fundó el Cetro Misional de San Francisco de Guayo, en el Ba– jo Delta, área geográfica de doble inundación diaria. Se levantaron sobre pilotines, construcción de tipo palafítico, residencias, internados y demás instalaciones. Se estimuló con pequeño créditos la pesca comercial, la agri– cultura posible en la zona (arroz y ocumo), se montó un aserradero con fines sociales. El trabajo pastoral se ejerce principalmente en el Centro Misional y sus cercanías. Los sitios alejados se visitan periódicamente mediante muy onerosas expediciones fluviales para la que el Estado ofrece unas más que mezquinas contribuciones, tanto como para las demás tareas en éste y los otros Centros. Nuestras misiones se financian principalmente con el es– fuerzo continuado y personal de los misioneros. En el Estado Bolívar, las Parroquias al este del río Carona, fundaciones que fueron de los padres catalanes, las atienden ahora nuestros misione– ros. En medio está Upata. De aquí sale la primera expedición exploradora a la Gran Sabana en este siglo, remontando el río Carona. Regresa al mes y medio con una amplia información. Al poco tiempo, sale otra, pero por tierra, escalando literalmente el muro de granito que separa el altiplano guyanés de la cuenca del Cuyumí, por medio de una escala de lianas de ca– si cuatrocientos metros de altura cuyos últimos 15 metros son verticales, cargados a la espalda 30 kilos de equipaje más los perros. Muchos son los esfuerzos y malas las noticias: protestantes ingleses y americanos han iza– do su bandera y levantado centros en nombre de su majestad británica, lle– gados fácilmente de la vecina Guayana Inglesa. Con estas noticias, se urge la fundación de Santa Elena de Uarién, cer– ca de las fronteras de Brasil y Guayana. Surgen otros Centros: no son obras endebles y perecederas como las deltazas sobre el agua. Son sober– bias obras de cal y canto. Para ellas se levantan los respectivos hornos de alfarería (teja y ladrillo) y los caleros. En aviones se traen cemento, cabi– llas... y hasta burros, para lo cual hay que preparar los aeropuertos. Los costos son altos, pero al Estado le importan estas fronteras más que las del-

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