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LOS CAPUCHINOS CASTELLANOS EN LA EVANGELIZACIÓN DE AMÉRICA 483 co, conservando hasta la actualidad esa doble personalidad jurídica. Dos años después, dieciséis capuchinos castellanos entran en el territorio mi– sional para escribir unas páginas más de la epopeya misionera de la Igle– sia. La Misión busca como base un territorio criollo cercano de donde par– tir equipados y volver a descansar y reabastecerse. Desde 1919, nuestros frailes están ya enTucupita, pequeña y campesina capital del Delta Amacuro. Al mismo tiempo que levantan una hermosa iglesia con su culto diario, fundan y dirigen la primera escuela graduada de la ciudad, su primer liceo y su primera banda de música; colaboran en el trazado de nuevas calles y en los rellenos del terreno pantanoso a caldero y curiara. Se organiza el culto, la catequesis y las visitas periódicas a las ca– pillas levantadas por la piedad popular, recorriendo los caños de conque– ros y hacendados humildes. También afrontan con valor y éxito la presunta ferocidad de los mariúsas, las nubes de mosquitos, la deficiente alimenta– ción, la humedad, el calor, el paludismo y, sobre todo la malevolencia de los "criollo y/o blancos" que ven amenazados sus intereses, no siempre legíti– mos. De esta forma contactan con los colonos campesinos y con los guaraos recolectores refugiados en los morichales, levantando los primero informes verídicos, los mapas detallados y las primeras frases coherentes de una cul– tura milenaria ignorantemente despreciada. Creada la Misión del Carona, ya estos frailes tienen un conocimiento previo de su campo de acción. El día de San José de 1925 se establece el primer centro misional en el Delta Medio, con el nombre Divina Pastora de Araguaimujo. El misionero desembarca sus aperos, besa la tierra en que clava la Cruz, levanta una choza al lado del indio, tala y rotura la tierra que le dará de comer a él y a los indígenas que de inmediato se propone edu– car en la fe, en el amor al trabajo, en la cultura del Libro. Al poco tiempo, él y los hermanos que le siguieron mueren agotados por el trabajo en olor de santidad. Su inmolación no fue baldía: Hoy Araguaimujo es un poblado indígena bilingüe donde todos se sienten cristianos y venezolanos, tienen varios centros de Atención Materna, Preescolar, Primaria, Granja, abejas, ovejas, vacunos, búfalos y la agricultura que permiten las crecientes anua– les. Tienen luz, agua corriente, dispensarios, cooperativas, créditos... y se sienten con fuerza suficiente para valerse por sí mismos. La Comunidad tiene unos 600 habitantes (donde antes sólo había dos familias), que in– gresan mensualmente en sueldos gubernamentales unos 600.000 Bs. Han pasado 67 crecientes del Orinoco e innumerables sudores de los misione– ros. Con los exalumnos de este Centro Misional se han formado poblados nuevos y revitalizados los viejos en el Bajo Delta, con sus capillas; dispen– sarios, escuelas, estructuras sociales... No todo funciona como el misionero quisiera, pero se avanza lentamente en la esperanza de un mundo mejor. Este primer Centro Misional puede considerarse el prototipo de los que le siguieren con sus internados masculino y femenino, sus misioneros y mi-

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