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MISIÓN DE LOS CAPUCHINOS ANDALUCES EN VENEZUELA 447 respondida por todos 49 • Era costumbre también en algunas misiones reunir– se al anochecer en el patio de la casa del misionero para rezar el rosario. Al misionero competía además la obligación no sólo de catequizar, sino de instruir a los indios de su poblado enseñándoles las primeras letras, y a leer y escribir el castellano. Ya hemos dejado indicado cómo el misionero te– nía la plena responsabilidad,jurísdicción y autoridad en el terreno espiritual y en el civil, político y económico durante todo el tiempo que el pueblo per– maneciese en régimen de misión. Posteriormente, cuando el pueblo se cons– tituía en régimen de doctrina, la enseñanza corría a cargo de un maestro. Tanto el buscar maestro como el retribuirles con los bienes de la comunidad era competencia del Corregidor. Las nuevas poblaciones debían estar en régimen misional los 10 prime– ros años a partir de su fundación. Ese tiempo debía ser suficiente para que estuviesen debidamente organizadas, los habitantes instruidos y catequiza– dos, y así poder pasar a la potestad eclesiástica ordinaria, es decir, ser erigi– da en doctrina o parroquia. Con este paso, la tarea del misionero, cual era la reducción, catequización y civilización de los indios, había terminado. Al verificarse la fundación de una población en doctrina, se operaba un cambio importante. Por una parte, que– daba ya sujeta a la autoridad de un Corregidor, y por otra los indios venían obligados a pagar tributo. Los corregidores fueron siempre designados por el gobernador, del cual eran representantes. Se escogía para este cargo a espa– ñoles notables por su integridad. A él debían los indios pagar tributo anual, a cambio los corregidores estaban obligados a cuidar tanto de lo espiritual, fa– cilitándoles la asistencia a la doctrina y a la instrucción de los maestros, como en lo material mediante la concesión de haciendas de labranzas, etcétera. Ya hemos dejado indicado cómo al establecerse un poblado, tanto el ali– mento como el vestido de los indios y al proporcionarles las indispensables herramientas, pesaba sobre los hombros del misionero. Como no contaba con ninguna subvención estatal, hasta tanto los indios estuviesen en condi– ciones de labrar la tierra, para lo cual había de transcurrir por lo menos año y medio, el misionero tenía que recurrir a la ayuda de otras misiones ya esta– blecidas, y a la caridad de la población de españoles. Y así el P. Zaragoza ha– bla de unas reses que le dieron los vecinos de San Carlos, compadecidos de la necesidad que sufrían en aquellos desiertos. De esas reses se valían para el sustento de 20 religiosos que componían la Misión, de los indios ancianos y enfermos y de los indios recién convertidos. Solía matarse una res por sema– na y, en tiempo de necesidad o enfermedad de los indios, dos o tres 50 • Tarea 49. Así lo anota el obispo Martí en su diario durante la visita que realizó al pueblo de Atamaica el 12 de febrero de 1780, y a la de Jobal el 26 de marzo de 1781. Cfr. Cronología do– cumentaria, II, pp. 547 y 558. (APCA, 2-2-222/2). 50. P. ZARAGOZA, ob. Cit., p. 328.

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