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446 ALBERTO GONZÁLEZ CABALLERO sia con la casa del misionero contigua a la misma. Las casas de los indios for– marían calles derechas partiendo de la misma plaza.' Como medio de subsistencia en estos primeros años, cada familia sem– braba una parcela, llamada "conuco", de maíz, el misionero pedía de limos– na algunas reses en los hatos de vecinos y maíz a los pueblos ya asentados. Pasados algunos años, se hacía una siembra común para sustentar al misio– nero, a los enfermos y ancianos, y para obtener semilla para la siembra si– guiente. Más adelante el misionero convencerá a los indios para que siem– bren algodón a fin de obtener tela con la que confeccionar vestido a los mismos indios. A pesar de todas estas providencias, durante muchos años la producción sólo alcanzará a cubrir la mitad de las necesidades del año. El resto tendrá que obtenerlo el misionero mediante limosnas. Según testimonio del P. Caracas, a los indios se les daba una legua de tie– rras alrededor del pueblo para que la cultivaran a fin de poderse alimentar ellos y su familia. Dichas tierras no podían ser arrendadas. Los misioneros les proporcionaban los aperos de labranza y herramientas necesarias. El ex– cedente de la cosecha, o la cosecha misma, la canjeaban a veces a los espa– ñoles por telas o abalorios 47 • Realizada la fundación y constituido el pueblo con mayor o menor nú– mero de familias, iniciaba el misionero su tarea de instruir y evangelizar, la– bor que se prolongaría durante diez años, difícil por la diversidad de len– guas, por la distinta mentalidad y por la rudeza de los indios. El método seguido por los capuchinos de Los Llanos en la catequización lo describe el obispo Martí en su diario. Llamado Libro personal o secreto<1<~. En líneas generales, consistía en dedicar dos espacios de tiempo a la ense– ñanza de los elementos de la fe cristiana, los mandamientos y lo necesario para recibir los sacramentos. Todos los días, tras la misa celebrada al alba, co– menzaba la enseñanza del catecismo. Por la tarde, hacia las cuatro o las cin– co, de nuevo se reúnen para decir las oraciones y preguntas del catecismo, 47. P. CARACAS, a la pregunta 26ª. 48. Mariano Martí fue el 24º obispo de Venezuela. Había sido nombrado obispo de Puer– to Rico el 25 de mayo de 1761. Fue presentado para la Sede de Caracas, a la muerte del obis– po Mandroñero, el 24 de julio de 1769, y tomó posesión el 14 de agosto de 1770 (Aud. Caracas, 218). Su pontificado fue de signo cultural y pastoral. En sus 22 años de gobierno, visitó las pa– rroquias, doctrinas y centros misionales: casi 350 localidades. En sus correrías iba acompaña– do de un grupo de expertos encargados de tomar notas estadísticas, geográficas y etnológicas de los diversos poblados, quienes seguidamente redactaban y precisaban, constituyendo así importantes fuentes documentales para la historia venezolana y criterios de gobierno para la Corona. Igualmente el obispo llevaba un diario en el que anotaba sus impresiones y comen– tarios. Este interesantísimo documento consta de 600 folios y se conserva en el Archivo Ar– quidiocesano de Caracas. El obispo Martí falleció el 20 de febrero de 1792. En general, no se mostró particularmente afecto a los capuchinos, aunque sus juicios se ajustan a la verdad ob– jetiva (Cfr. EGAÑA, ob. Cit., p.1015).

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