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LOS CAPUCHINOS VALENCIANOS Y SU OBRA EN HISPANOAMÉRICA 407 tiempo van a permanecer en este territorio y los que lograrían abundantes frutos en todos los órdenes. En 1696 llegaban a Cartagena de Indias ocho misioneros con fray Mau– ro, que era el procurador, luego de una difícil travesía por mar. En dicha ciudad enfermaron casi todos, contagiados de peste. Fray Mauro, apenas restablecido, se adelantó viajando a pie desde Cartagena hasta Caracas pa– ra transmitir la orden real a los valencianos que estaban aquí. El resto pa– só poco después a Santa Marta. En Riohacha fray Mauro hizo escala y tu– vo oportunidad de ir a conocer a los guajiros. Liego pasó a Maracaíbo, en donde encontró al padre Buenaventura de Vistabella, a quien transmitió la orden de pasar a Riohacha, y siguió luego hacia Caracas, en donde notifi– có a los valencianos de la nueva disposición. Todos regresaron a Riohacha. Una vez aquí, los doce se dedicaron con grandes esfuerzos a la labor mi– sional, pues carecían absolutamente de todo. Fundaron en poco tiempo va– rias poblaciones con nativos; primero en Laguna de Fuentes; después en Me– nores y más adelante en Camacho. No tardaron, sin embargo, en presentarse graves obstáculos. En 1697 se desató entre la población un contagio mortal, que vino a segar la vida de nueve de estos misioneros, así como la de muchos indígenas. Sólo quedaron con vida tres religiosos. Otros dos habían pasado antes a Maracaíbo a atender los poblados de los macoaes y aratomos. El padre Pablo de Orihuela, quien era el prefecto, y fray Mauro de Cin– truénigo regresaron a España en solicitud de nuevos misioneros, a la vez que para pedir se les confirmara el territorio misional de la provincia de Maracaibo, a la que creían tener derecho. La Guajira, por otro lado, dada la dolorosa y funesta experiencia que acababan de pasar, les parecía malsana e inadecuada para poder sobrevivir, en especial por no tener una ciudad ya establecida en las cercanías, que les pudiera socorrer. Hay que tener pre– sente que donde habían fundado era una región desértica y Riohacha, me– dio abandonada entonces, les quedaba a bastante distancia. 7. Misiones en Mérida y La Grita (Maracaibo) Además de ser tierra poco saludable, la Guajira, al menos la parte que conocían, donde habían fundado sus misiones, les parecía a estos misione– ros carente de tierras laborables por falta de ríos cercanos y, por lo mismo, no aptas para desarrollar la agricultura y fundar poblaciones, como orde– naban las Leyes de Indias. También habían podido ya experimentar que los indios guajiros tenían un carácter poco afecto a los blancos y nada an– sioso por establecerse en poblados. Por otro lado, las provincias de Mérida y La Grita dentro de la jurisdicción de Maracaibo, les parecían mucho me– jor para todas esas cosas, conforme lo habían podido comprobar los misio– neros que habían estado allí y algunos aún permanecían en sus territorios.
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