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434 VICENTE REYNAL cada de los años 50 y parte de los 60 los progresos fueron sensibles. 27 Tres de los que habían venido de Valencia como estudiantes (el último había re– gresado), ya sacerdotes, vivían de lleno consagrados a las clases, campañas vocacionales, dirección de la juventud y publicación de la historia de la Or– den, hasta entonces sin escribir. A partir de 1963 nuevos religiosos, hacía poco llegados de Valencia, in– tentaron transformar desde sus raíces la orientación del seminario, desco– nocedores, quizás, de los sacrificios hechos hasta el momento para levantar cuanto se había realizado partiendo de la nada. Pero los varios y frecuen– tes experimentos y cambios que se trataron de implementar (algunos se llegan a quejar por escrito de que en el seminario reinaba una "política inestable," y que el mismo se sentía "rechazado de los suyos" 28 ), no dieron el resultado apetecido. Pronto se van suprimiendo elementos integrantes del concepto primigenio y tradicional, hasta quedar el inmenso edificio prácticamente sin alumnos, con lo que llega a desaparecer el seminario menor, y con él, el colegio. Todo el inmenso tinglado se redujo a un simple, aunque muy digno, "centro vocacional." 11. Noviciados Desde la fundación de la custodia de Bogotá, la orden capuchina tuvo interés de que se formaran religiosos colombianos, superadas ciertas reti– cencias o prejuicios iniciales. Es más, desde la llegada de los misioneros a Riohacha a fines del siglo XIX se tuvo esta laudable intención, aunque pa– ra ello se trajeran a los candidatos desde España, pero era con la intención de integrarlos a los nativos. Los primeros experimentos llevados a cabo no tuvieron tampoco el éxito apetecido. Ahora bien, desde la fundación del seminario en Puente del Común se pensó que los que salieran de aquí tendría que hacer el noviciado en Co– lombia, igual que el coristado. Pero las circunstancias obligaron a enviar a los jóvenes, terminado su bachillerato en La Caro y con el diploma en la mano, cosa que aún no se lograba en España, al noviciado de Ollería, Va– lencia. Así se practicó, sobre todo en 1959, con un considerable número de aspirantes, de los que muchos llegarían al sacerdocio. Al decaer el concepto tradicional de seminario (cosa no única ni exclusi– va de Colombia), se procuró hacer del nuevo y enorme edificio de La Caro 27. Una crónica detallada de esta evolución fue apareciendo en la revista mensual Paz y Bien, y quedó asimismo consignada en el libro de crónicas local que se inició a partir de esa fecha. 28. APCV, y en la antes mencionada "Síntesis de la Historia de la Provincia de Bogotá", de E. Zudaire, quien asimismo lo trae encomillado: p. 177.

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