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LOS CAPUCHINOS VALENCIANOS Y SU OBRA EN HISPANOAMÉRICA 429 puntos de vista, pero poco cristianas muchas de ellas. Entonces se cambió de táctica y quien llevaría adelante esta nueva estrategia y la completaría sería el nuevo y dinámico obispo, Mons. Atanasia Soler. Pronto fueron apa– reciendo colegios de niños indígenas, que se conocieron con el nombre de orfelinatos, primero en la Guajira, después en la Sierra Nevada y más tarde en la de Motilones. A los mismos atendían tanto sacerdotes como religiosas. Asimismo, en todos los poblados fueron apareciendo escuelas, dirigidas por los misioneros. Unos y otros han dejado una huella indeleble en la forma– ción moral e intelectual de los moradores de la antigua misión, hoy día flo– recientes pueblos y ciudades, sobre todo los internados de San Antonio de Pancho y de Nazaret, en la Guajira, y los de Sienita y San Sebastián de Rá– bago, en Sierra Nevada, y más adelante el de Codazzi con motilones. Mérito también de Mons. Atanasio fue la preparación y puesta en prác– tica, en asocio con el general Antonio G. Lafaurie y unos cuantos civiles, de la arriesgada expedición a la tierra de motilones en la sierra del mismo nombre, en la jurisdicción de Espíritu Santo o Codazzi. Tras varios intentos, en septiembre de 1914, lograba, por fin entablar contacto y firmar una paz duradera con los hasta entonces bravos indios, conocidos tradicionalmente como motilones, 24 aunque de naturaleza y costumbres distintos a los así lla– mados de las llanuras del Catatumbo, que otrora redujeran parcialmente, aunque en diferentes épocas, los capuchinos valencianos y navarros. 25 No descuidó tampoco Mons. Atanasia la parte cultural de su jurisdic– ción. Entre otras muchas cosas en este campo, cabe mencionar la funda– ción, y dirección por un tiempo, de Ecos de la Misión, revista mensual que se publicó a partir de 1911 hasta 1952. También fue iniciativa suya la Hoji– ta Parroquial de Riohacha. Al morir en 1930 en Bogotá, dejaba una preciosa herencia, que conti– nuaron enriqueciendo sus sucesores, Mons. Bienvenido J. Alcaide y Bueso y Mons. Vicente Roig y Villalba. Mons. Bienvenido, consagrado obispo el l de mayo de 1932, prosiguió con la labor, en particular, la de fundación y dirección de escuelas y orfeli– natos, como medio más eficaz para transformar y cristianizar a la pobla– ción, en especial indígena. Contrata para obtener una mejor eficacia en es– tos fines a los hermanos Maristas, así como también religiosas de la Madre Laura. En su época también se construyeron numerosas capillas e iglesias. Igualmente, tuvo que sufrir las consecuencias de la escasez de misioneros, debido a la guerra civil española, que imposibilitó a la provincia de Valen- 24. Una descripción completa de la labor de Mons. Atanasio Soler y Royo, así como de esta histórica expedición pueden verse en mi libro En la Sierra de Motilones, sudores, sangre y paz, Valencia, 1964. 25. Ver mis obras: El indio motilón y su historia, Bogotá, 1962, y Los "barí": cultura del pueblo motilón, Bogotá, 1964.
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