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426 VICENTE REYNAL anteriores. Los resultados, asimismo, fueron similares: escasos al principio, ya que los guajiros seguían con el mismo carácter y modo de proceder que en siglos pasados, según se desprende de las cartas y documentos que escribían los misioneros: mantenerse en su forma peculiar de vivir. 2. Misión valenciana A la muerte del padre Valdeviejas, fue nombrado custodio al padre Es– tanislao de Reus, el cual, en enero de 1892, viajaba hacia América con sie– te religiosos más, dos de ellos valencianos, padre Francisco de Orihuela y fray Manuel de Ollería. Al año siguiente, éstos más el padre Eugenio de Carcagente se encargaban por disposición del obispo de Santa Marta de la dirección del seminario de la diócesis en dicha ciudad. Pero no fue por mu– cho tiempo, ya que, disgustado el custodio provincial con el obispo, debido a que éste no había accedido a la fundación de una casa conventual para los frailes en Pozohondo, a fin de que pudieran descansar de sus labores in– gratas en la Guajira, ordenó el que regresaran a Riohacha, donde, además, se iba a inaugurar una Escuela Seráfica. Esta negativa sería, a la postre, beneficiosa para los capuchinos, pues luego decidieron más bien establecerse en Barranquilla, ciudad en gran au– ge ese entonces, como en años posteriores, a lo que accedió el obispo de Cartagena, Mons. Eugenio Biffi, a cuya diócesis pertenecía desde 1882. Tu– vo efecto ello en 1894, cuando se les confió la iglesia del Rosario, de la que fue primer párroco el padre Eugenio de Carcagente. En 1905 se haría car– go de la misma el padre Francisco de Orihuela. Junto al templo construye– ron los religiosos (1896) una espaciosa casa, la cual fue elevada poco des– pués a la categoría de "Colegio de misioneros del río Magdalena," debido a que muchos pueblos de ambas riberas de este río habían sido confiados por el obispo a los capuchinos, coincidiendo también en esto con la activi– dad que en el siglo anterior tuvieron los valencianos en dicho territorio. Es– ta labor duraría hasta 1911, pues, por falta de personal, se tuvo que dejar. En 1898, con la división de la provincia de España, la custodia de Co– lombia fue encargada a la provincia de Valencia. Como custodio de la mis– ma fue nombrado el padre Antonio de Valencia, misionero hasta entonces de las islas Carolinas. Prosiguió con lo que se venía haciendo hasta enton– ces y, además, estableció un noviciado en Riohacha y una casa religiosa en Santa Marta, por estar más cerca de la Guajira. Desde la misma, los capu– chinos se encargaron de administrar la parroquia de la catedral, labor en la que se mentandrían hasta 1922. En 1899, a raíz de la visita que practicara a la misión el primer definidor de la provincia, padre Melchor de Benisa, más tarde general de la orden, dispuso éste, entre otras cosas, que Riohacha fuera el centro de la misión y
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