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LOS CAPUCHINOS VALENCIANOS Y SU OBRA EN HISPANOAMÉRICA 423 A mediados de dicha década, sin abandonar cuanto se estaba realizan– do, empieza a decaer la labor, en parte, como queda señalado, por el re– greso de muchos misioneros, después de haber trabajado diez años o más a su provincia y no poder ser reemplazados por otros, a causa de la crisis por la que atravesaba España, primero a raíz de los cambios ocasionados con las nuevas ideas promovidas por la Ilustración, luego por efectos de la Revolución Francesa y más adelante, por la invasión napoleónica y la gue– rra contra los franceses. Todo esto dejó mortalmente herida a la provincia de Valencia, pues muchos de sus religiosos fueron asesinados, otros ex– claustrados o desterrados y sus conventos quemados, cerrados u ocupados por las autoridades civiles. Más adelante, cuando ya vino la restauración, no cesaron, como es no– torio, las pugnas y las guerras civiles, por criterios políticos distintos, en particular por la división entre liberales y conservadores, entre constitu– cionalistas y absolutistas, etc., lo que repercutió también negativamente en la marcha normal de las provincias y, como reflejo, de las misiones. Por úl– timo, cuando ya las cosas se estaban un tanto normalizando, vinieron los ievantamientos de las posesiones de ultramar en contra, primero de Napo– león y después de la misma España, y, por fin, las guerras de independen– cia de las colonias hispanas de la metrópoli. Este sería el punto final, al me– nos por el momento. Sin embargo, conviene tener presente que la provincia no cesó, mien– tras pudo, de enviar religiosos para atender a los compromisos que tenía en América. No fueron tantos los que partieron, como para sustituir ni si– quiera a los que iban falleciendo. De ahí que para 1800 el mismo Consejo de Indias, quien autorizaba el envío de catorce religiosos para Santafé y Socorro, sugiriera la secularización de las misiones de Valledupar, pues apenas quedaban allí unos pocos religiosos ancianos. La mencionada secu– larización, no obstante, no se realizó, pues el obispo no tenía sacerdotes para que se hicieran cargo de los pueblos misionales. Así que los pocos re– ligiosos, más otros pocos que fueron llegando, continuaron en la jurisdic– ción de Santa Marta, entre guajiros, chimilas, tupes y en el hospicio de Va– lledupar. Además, seguían cumpliendo con los deberes propios de las iglesias de Santafé y de Socorro, así como los compromisos de las misiones circulares. Hay solicitudes en varias fechas a comienzos del siglo para el envío de más capuchinos valencianos a América, algunas hasta de 1818 y 19, pero que, por las circunstancias difíciles por las que atravesaba Colom– bia, no se pudieron llevar a cabo. A raíz de las guerras por la independencia de este país, ya a partir de 1811, los capuchinos, por ser españoles y haber defendido la causa realista, se vieron perseguidos y sus bienes, confiscados, de manera que tanto los de las misiones como los de los conventos, tuvieron que salir precipitadamen– te, huyendo de la persecución de los patriotas. En la huida, unos cayeron

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