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422 VICENTE REYNAL Una vez profeso, se dedicó a este mismo oficio, en el que iría perfeccionán– dose con la experiencia y asistiendo a diferentes escuelas, entre ellas a la de Bellas Artes de Murcia. En 1791 solicitó pasar al recién establecido hospicio o casa de San José en la capital del virreinato de Nueva Granada. Su inten– ción era, precisamente, dirigir las obras de los mencionados edificios, de cuyos planos él había sido probablemente el autor. Ya en Santafé, concluyó, prime– ro, estas obras con tal acierto y prontitud que su fama se propagó de inme– diato en las esferas eclesiásticas y civiles. Pronto empezaron a lloverle peti– ciones para que se hiciera cargo de la reparación de no pocas obras que habían sufrido graves daños o se habían caído a raíz de un reciente terremo– to que asoló la región central del virreinato. Impulsado por su espíritu creati– vo y del celo por la causa de Dios, colaboró en todas cuantas pudo ymás, pues no dejó de trabajar infatigablemente en multitud de obras, tanto en la capital como en otros lugares, separados hasta más de dos días de camino, como fue la población de Chiquinquirá. Al morir, joven pero agotado, en 1811, había dejado como obras suyas eminentes, en su mayoría concluidas, las siguientes: Catedral Metropolitana de Santafé de Bogotá, Catedral de Zipaquirá, Basílica de Chiquinquirá, Iglesia de la Capuchina (San José), Iglesia y Con– vento de Santo Domingo (Santafé), Iglesia de San Francisco (Santafé), Igle– sia y hospital de San Juan de Dios (Santafé), Iglesia de San Diego (Santafé), Iglesia de Guaduas, Iglesia de Santa Inés (Santafé), Sacristía y capilla del Cabildo de Santafé, Mausoleo de Fray Cristóbal de Torres (Santafé), Ob– servatorio astronómico (Santafé), Puente de Serrezuela (Santafé), Puente del Topo (Tunja), Colegio de la Enseñanza y Colegio de San Agustín (San– tafé), así como muchas otras obras, en expresión de los antiguos cronistas. Su muerte fue sentida por todo el pueblo y por las autoridades civiles, eclesiásticas y naturalmente religiosas, que tantos beneficios desinteresa– dos habían recibido del sapientísimo hermano lego Petrés. 25. Situación general a finales del siglo XVIII La última década del siglo xvm fue la de mayor labor, esplendor y a la vez el inicio de la decadencia de la presencia y actividades de los capuchi– nos valencianos en Hispanoamérica. Para 1790 tenemos en el virreinato de Santafé, según testimonio del procurador general de la orden, padre José Bernardo de Espera, basado en el informe que le cronista de Valencia le diera y éste a su vez en los que re– cibiera de las varias jurisdicciones que dicha provincia poseía en América, cincuenta y tres religiosos, ocupados en las misiones de Santa Marta, Riohacha y Valledupar, en las misiones circulares de los distritos arriba mencionados en las diócesis de Santafé y Cartagena de Indias, los conven– tos de Santafé y de Socorro, la Misión del Cuiloto y la del Darién.

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