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LOS CAPUCHINOS VALENCIANOS Y SU OBRA EN HISPANOAMÉRICA 421 pulares casi constantes en los pueblos y a ayudar en las parroquias vecinas, que pedían su colaboración, unas veces como coadjutores, otras hasta de pá– rrocos. Igualmente, destinaron religiosos para la misi_ón del Cuiloto, así co– mo para otras misiones, como la que se organizó en 1794 para la pacificación de los indios yariguíes, que obstruían la apertura del camino de Opón. Uno de los inconvenientes del momento, que impidieron el progreso y normal crecimiento de ésta y otras fundaciones fue el hecho, muy explicable, por otro lado, de que, a los diez años de laborar en Indias, los religiosos podían pedir y obtener el permiso de regresar a la provincia. De hecho, muchos, cuando las circunstancias eran normales, se quedaban más tiempo y así ha– bía acontecido en las misiones de Santa Marta. Sin embargo, por circuns– tancias que no nos aclaran los documentos, pero que encuentran una obvia explicación, los de Santafé y Socorro, apenas cumplían los diez años, pedían regresar a Valencia. La única explicación era la intranquilidad reinante en estas regiones por dicha época, debido a las estrecheces económicas de Es– paña y, por lo mismo, la pobreza por la que pasaban los habitantes de las co– lonias, el incremento de los impuestos y otras medidas económicas adversas. Esto afectaba a los misioneros, quienes se quejan de que no tienen ayuda, que el pueblo apenas les da de comer, que no les alcanza el tiempo, pues te– nían que cumplir con las obligaciones estrictas conventuales, etc. Además, debido a las variantes climatológicas, muchos se enfermaban con el cambio de temperatura, al ir de un sitio a otro, de tierra fría a caliente. Todo ello les producía dificultades insuperables, que sólo veían poderse resolver en la tranquilidad de sus conventos enValencia. Así, entre los años 1792 a 1804 pi– dieron y obtuvieron permiso más de quince religiosos para volver a España. A ello hay que añadir los que iban falleciendo. Por otro lado, como ia pro– vincia y toda España, a finales del xvm y principios del XIX estaban en graves dificultades y en guerra, no pudieron reemplazarse estas forzosas ausencias. 24. Fray Domingo de Petrés, arquitecto 22 Entre los religiosos que llegaron a Santafé en 1792 se encontraba, co– mo vimos, fray Domingo de Petrés, quien iba a dar fama y renombre a la Orden capuchina en América, por su labor como arquitecto eminente. Nació en Petrés (Valencia) en 1759 y de joven aprendió, bajo la dirección de su padre, el arte de la albañilería. A los 18 años ingresó en la Orden capu– china en calidad de hermano lego, pues su vocación eran las obras, ya que "obrer" había sido, al igual que toda su familia y así quería seguir siéndolo. 22. Más detalles pueden verse en mi libro, Fray Domingo de Petrés, Arquitecto Capuchi– no, Bogotá, Puente del Común, 1958. Pronto saldrá una nueva edición, totalmente reformada y ampliada, patrocinada por su Provincia de Valencia.
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