BCCCAP00000000000000000001474

420 VICENTE REYNAL neros. El virrey, don Francisco Gil de Lemos, acudió al superior de los ca– puchinos, a quien instó que enviara al menos tres de sus religiosos. Al prin– cipio hubo una cierta renuencia de parte de éste, pero al final accedió a la petición, en vista, sobre todo, de que uno de los de su comunidad, el padre José Antonio de Cervera (quien había llegado a Santafé de la misión de Guayama el mismo año que el padre Pamplona y solicitara incardinarse a la provincia, después de haber misionado en Venezuela 19 años, lo que se le concedió en 1779), pese a lo avanzado de su edad, pues ya tenía casi seten– ta años, se ofrecía a dirigir la misión. Le acompañaron otros dos. Salieron los tres hacia su destino, Casanare. Organizaron varias poblaciones de indí– genas con casas y templo, siendo el puesto central Cuiloto; pero, al no reci– bir los debidos fondos para las obras y su manutención, tuvieron de mo– mento que abandonar todo, por no perecer de hambre. Otro obstáculo insalvable que se les presentó fue el que se les obligara a cumplir las orde– naciones del padre Muro, entre otras, a vivir en comunidad, cosa más que imposible, dadas las distancias de unos pueblos a otros. Después regresaron los misioneros, aunque duplicados, siguieron reuniendo indios dispersos, con los que establecieron diez poblados y se mantuvieron allí hasta 1797, en que, enfermos y ancianos y sin que los nadie los pudiera sustituir, se vieron obligados a regresar los pocos que quedaban, unos a la capital y otros a So– corro, habiendo antes entregado las misiones a los agustinos recoletos. 23. Convento en la villa de Socorro 21 A raíz de la pacificación de la revuélta de los comuneros y de la decisiva intervención de los capuchinos en esta labor de reconciliación, los vecinos de Socorro instaron a los capuchinos a que se establecieran allí, comprome– tiéndose a construirles convento e iglesia. El arzobispo virrey, don Antonio Caballero y Góngora, apoyó y recomendó la idea al rey Carlos III, quien de inmediato le dio su aprobación, en 1785, otorgando, luego de conseguidos los permisos de la curia generalícia, el que se fundara allí un convento for– mal, el cual vendría a ser el primero enAmérica. En 1786 la provincia deVa– lencia destinaba a veinte religiosos para esta nueva fundación, tanto sacer– dotes como hermanos, yendo entre éstos un "maestro cirujano, graduado por el Real Proto Medicato de Madrid," fray Manuel de San Felipe, quien haría una extraordinaria labor benéfica, no sólo entre los religiosos, sino en toda la región. Las obras del convento e iglesia quedaron concluidas en · 1790. Desde este lugar los capuchinos se dedicaron a atender a las misiones circulares de Tunja, Pamplona y Mompox, así como también a misiones po- 21. Más detalles, en mi obra El convento del Socorro, primer convento capuchino en Amé– rica, Bogotá, Puente del Común, 1960.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz