BCCCAP00000000000000000001474
416 VICENTE REYNAL 18. P. Buenaventura de Benifairó, mártir Al pueblo de Apiezi de Indios fue destinado por las autoridades civiles el padre Buenaventura de Benifairó, pese a la oposición de algunos religio– sos, debido a que era una área poco segura y los indios no estaban aún re– ducidos ni pacificados. Al poco de haberse establecido la fundación, varias parcialidades de guajiros y cocinas asaltaron el incipiente caserío y mataron a todos cuantos estaban allí, incluido al capuchino, quien se encontraba asistiendo al capitán español, herido mortalmente. En la misma refriega, hecha a mansalva y por la noche, murieron sesenta soldados y algunas fa– milias de blancos y mestizos, que habían ido a formar el poblado. Los pocos indios que había en la misma huyeron a tiempo, lo que se juzgó como trai– ción y signo de haber conocido de antemano lo que se iba a ejecutar. El comandante de Cartagena, quien era la autoridad superior en la re– gión, don Antonio de Arévalo y quien acababa de irse de Apiezi con el grueso de los soldados, regresó a la región y organizó una expedición re– presiva contra los culpables y sus colaboradores. Esto amedrentó al resto de indígenas, lo que fue causa de un nuevo despoblamiento y retroceso en las fundaciones, aunque la mayoría de los misioneros permanecieron en sus puestos, menos en el área de Apiezi. 19. Hospicio de San Felipe Neri, en Santafé de Bogotá 18 El padre Miguel de Pamplona, quien había dirigido la expedición ante– rior de los veinte misioneros y quien tenía el encargo de visitar todas las fundaciones existentes, tuvo, por aquellas y otras razones, que retrasar la misma. Al poco de llegar a Riohacha, en vista de que no estaban en este lu– gar las autoridades, pasó a Cartagena de Indias, en el mismo año de 1775. Después hizo una visita inicial e informativa a las misiones y marchó a San– tafé (1776), para tratar con el virrey, don Antonio Flórez, los asuntos de la misión. Ya en la capital del virreinato, obtuvo del virrey una casa residencia para él y sus compañeros, denominado Hospicio de San Felipe Neri, a es– paldas de la catedral, y quedó como primer superior, pero en realidad lo fue el padre Félix de Gayanes. Esta concesión se haría firme por medio de una real cédula de Carlos III de 1777, en cuya corte ya se encontraba el padre Pamplona y a quien personalmente le hizo él la solicitud. La razón de esta tan rápida aprobación estaba en el deseo de las autoridades civiles y ecle– siásticas de que los capuchinos se hicieran cargo de las misiones circulares, que tenían los jesuitas y que, después de su expulsión de los dominios de España, en 1765, habían quedado abandonadas, las cuales comprendían los 18. Detalles completos al respecto pueden verse en mi libro, La Capuchina: iglesia y con– vento de capuchinos en Santafé de Bogotá, Bogotá, Puente del Común, 1969.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz