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LOS CAPUCHINOS VALENCIANOS Y SU OBRA EN HISPANOAMÉRICA 411 Las misiones que acabamos de citar entre indios aruacos y chimilas co– rrespondían a la concesión que hiciera Carlos II en 1694 a los capuchinos valencianos, en el sentido de que pudieran evangelizar cualquier tribu in– dígena de la provincia, luego de que se averiguara que no había otros mi– sioneros en dicha jurisdicción. Asimismo, se inició la labor entre los nati– vos de la Sierra de Perijá, por el lado de Santa Marta, lo cual venía a ser prolongación de la que ya tenían adelantada por el lado de Venezuela. A uno y otro lado había indios de distintas denominaciones, como pampani– llas, coyamos y motilones, además de los ya citado antes. 1O. Misión entre indios motilones 14 Desde 1692 entraron en contacto con los indios motilones los misioneros valencianos o, al menos, con parcialidades de los mismos o íntimamente liga– das con ellos. Esta labor se intensificaría a partir de 1716, al trabajar los mis– mos con algunos civiles, encargados de su reducción, debido a su ferocidad y al ataque constante de las villas y haciendas de Mérida y La Grita. Entre 1716 a 1750 fundaron los valencianos catorce pueblos en las laderas y valles interiores de la Sierra de Perijá, por el lado de la actual Venezuela, y un nú– mero incierto, que bien pudiera ser igual de numeroso, por el lado de la ac– tual Colombia. De entre los muchos misioneros que se destacaron en esta la– bor por dichas áreas, todos ellos beneméritos por los grandes sacrificios que tuvieron que realizar, dado lo accidentado del te1Teno, sobresalió el padre Francisco de Catarroja, quien, además de sus múltiples actividades misiona– les y de su labor como prefecto de la misión a partir de 1738, se destacó co– mo insigne investigador, autor del primer "Vocabulario español-motilón" que sigue siendo de sumo interés para los filólogos y etnógrafos. 11. Misión entre los aruacos. P. Silvestre de Labata Los aruacos moraban, y aún viven en su mayoría, en la Sierra Nevada de Santa Marta. Cuando la primera conquista de la región, a principios del siglo xv1, los españoles entablaron contacto pacífico con ellos, pero poco lograron en cuanto a conversiones o cambios en su modo de ser y vivir. Y así perma– necieron por siglos. Con la llegada de los capuchinos valencianos a la región, a principios del siglo XVIII, fueron algunos de ellos destinados a la evangeli– zación de los aruacos, con resultados parecidos a intentos anteriores. Sólo más tarde, a partir de 1730, se empezó a trabajar en firme entre ellos y fue de una forma peculiar, ya que se intentó atraerlos a la civilización por medio 14. Más detalles, en mis libros: El indio motilón y su Historia, Bogotá, Puente del Común, 1962, y Los Barí: cultura del pueblo motilón, Bogotá, Puente del Común, 1964.

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