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400 FRAY SATURNINO ARA simplemente creyentes que presentan y representan una actitud pesimista y negativa. Nos volvemos a preguntar: ¿La presentación de una utopía y más, si ésta es evangélica, cómo puede llevar a esa actitud y tonalidad tenazmen– te pesimista que vierten ciertos escritos y hombres de la Iglesia? No se limi– tan a condenar la sociedad, arremeten con cierta actitud deshumana y, al pa– recer, faltos de fe, contra el futuro de la Iglesia y de la misma humanidad. Dios quiere el progreso o el bienestar, la superación de las limitaciones humanas y la madurez así como el perfeccionamiento del hombre, partien– do de un desarrollo integral que termine en Cristo. Una nueva evangelización que no supiera presentar estos aspectos posi– tivos, que ciertamente valora la doctrina social cristiana, es decir, la posición de la Iglesia que no sólo se acomoda a los bienes y adelantos ofrecidos por el progreso humano, sino que los acepta como destellos de las luces de lo Al– to, estaría abocada al fracaso. Porque el hombre que quiere creer en Dios, lo desea hacer también en la felicidad y prosperidad. Habrá que señalar los contravalores, los aspectos negativos, tantas veces consecuencia de la mal– dad del mismo hombre, en general, y fruto del egoísmo, de la falta de previ– sión y siempre de la limitación de la inteligencia y del saber. Es cierto que nuestro catolicismo atraviesa grandes dificultades. Las atraviesa también la humanidad, pero los rectores y dirigentes de esta hu– manidad se manifiestan optimistas y viven en esperanza. La nueva evangeli– zación y la doctrina social de la Iglesia, nacidas de la esperanza que engen– dra optimismo, creen con mayor certeza, en fuerza de la seguridad que concede la gracia del Espíritu, en la bondad del progreso que proclamamos don de Dios Providente que guía y asiste a la Iglesia y por medio de ella al hombre, gloria viviente del Señor. Pamplona, marzo de 1992. Fr. SATURNINO ARA, OFMCap.
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