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LA NUEVA EVANGELIZACIÓN Y LA DOC'TRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 399 de caridad, no se expresa tanto en las obras que se puedan promover, cuan– do en la capacidad de descubrir las nuevas situaciones que requieren la puesta en marcha de distintas organizaciones. La nueva evangelización, anuncio de la doctrina social de la Iglesia, no se traduce en una posición o actitud abstracta. Es ante todo manifestación de la persona de Jesús 53 , que vive resucitado en medio de nosotros 54 • Consiguientemente es acogida en base a una experiencia humana inte– gral, personal y comunitaria, concreta y práctica, y esta experiencia es la del amor, cuyo rostro son las obras de caridad. De ahí que el futuro de la nueva evangelización como el de la doctrina social va a depender del testimonio de caridad, es decir, de esa actitud del creyente que apuesta por una justicia de la que sabe no es suficiente o se basta por sí, pues "puede conducir a la negación y aniquilamiento de sí mis– ma, si no se le permite a esa forma más profunda que es el amor plasmar la vida humana en sus diversas dimensiones" 55 • Veamos con optimismo, gozo y agradecimiento el testimonio de solida– ridad, servicio o condivisión, a nivel nacional e internacional, con los más débiles. Aparece como la expresión de la comunidad cristiana, el fruto de la gratuidad y apertura de quienes son conscientes que una nueva evangeliza– ción no es posible sin una doctrina social cristiana que, en sus opciones está orientada hacia un sí a Dios de Jesús que no es sólo justicia, es ante todo Amor, Caridad y Palabra~ de Misericordia espiritual y material... Nuestra conclusión es un interrogante: ¿Qué sucede entre los cristianos, en general y, de forma particular, entre tantos de sus teólogos, llamémosle simplemente escritores eclesiásticos, que se presentan como agoreros, no di– ré de un cristianismo de la diáspora, tópico demasiado recurrido, sino de un futuro de la época de "Mercado", de los tiempos de la "tercera ola", desta– cando males e incluso catástrofes de carácter espiritual y material? Si leen los autores que nuestros antiguos apellidaban profanos, hoy les calificaríamos como seguidores de la modernidad, esbozan, sin desilusión, pareceres ante la ilustración que ha producido como reacción la posmoder– nidad, y los vemos optimistas y soñadores frente a un futuro y presente que agradecen y reconocen evoluciona positivamente, no sin grandes defectos e incluso pecados, limitaciones, pero advierten y reconocen un adelanto "hu– manista" y para el bien del hombre y de la humanidad, a pesar de los gran– des riesgos que están en juego. No interesa en este momento citar esos autores y escritores laicos. Como tampoco interesa traer a la memoria el catálogo de escritores eclesiásticos o 54. Cfr. Mt.18, 20; Le. 24, 13-15. 55. Dives in misericordia, 12. Véase VELASCO, M., La iglesia ante el año 2000, en La Iglesia ante la sociedad española, Estella, 1990, p. 147 y ss.
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