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LA NUEVA EVANGELIZACIÓN Y LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 395 la solidaridad no únicamente las puertas del infortunio y de los males socia– les; abre y presenta también los mercados nacionales e internacionales a la solidaridad de la sociedad del bienestar no sólo para que ésta no permita que se alberguen en su seno parcelas de atraso y bolsas de marginación, si– no antes bien para que solidariamente haga a estos grupos y a toda la huma– nidad partícipes de la liberación. La actitud solidaria descansa, pues, en el fundamento del extraordinario descubrimiento del bien. Por eso, cuando la solidaridad se asume como un mero expediente técnico para corregir desequilibrios sociales demasiado acentuados, se hace particularmente costoso defenderla como norma emi– nente e intocable del quehacer social. La solidaridad valora ante todo la so– breabundante riqueza depositada en el fondo del hombre, por muy deterio– rada que pueda estar su condición existencial, para que el hombre extraiga de ahí la fuerza de su rectitud. Toca a la nueva evangelización recrear y presentar la respuesta cristiana de solidaridad, hoy, en base a un reconocimiento de la existencia de la so– ciedad del bienestar, mientras sociólogos y también autores eclesiásticos se cualifican por su denuncia de los mínimos no alcanzados y presentación de injusticias, hambres y otras calamidades. No cabe duda que vivimos en una sociedad poco gratificante, pero del bienestar. Advierte Juan Pablo II: "Al ejercicio de este ministerio de evangelización en campo social, que es un aspecto de la función profética de la Iglesia, per– tenece también la denuncia de los males y de las injusticias: pero conviene aclarar que el anuncio es siempre más importante que la denuncia, y que és– ta no puede prescindir de aquel, que le brinda su verdadera consistencia y la fuerza de su motivación más alta" 41 • 3.2 La civilización del amor La civilización del amor es el objetivo de la doctrina social de la Iglesia que la nueva evangelización deberá saber presentar, partiendo de la "visión teológico-pastoral de nuestro mundo unificado por unas férreas relaciones de interdependencia, y una alternativa más humana, más conforme al pro– yecto salvífico del Reino de Dios, a la que Pablo VI denominó con el nom– bre de la civilización del amor" 42 . La doctrina social de la Iglesia no es una teoría económica es, sencilla– mente, la presentación de unos principios morales que han inspirado tam– bién las declaraciones internacionales de derechos, y que afirma verdades 41. Ibídem, 41. 42. GONZÁLEZ DORADO, A., La nueva evangelización promotora de la civilización del amor, en Confer 28 (1989), p. 594.

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