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390 FRAY SATURNINO ARA zonte del Reino, hoy como en el pasado. La sociedad y cultura de hoy no coinciden evidentemente con el ideal del Reino. Pero la sociedad y cultura humana nunca han coincidido con el ideal del Reino ni en la época de la so– ciedad llamada de cristiandad ni en el tiempo de la cultura llamada cristiana. Nos enfrentamos con una desconcertante realidad, la del malestar que manifiesta un cristianismo que no se adapta al modo de ser moderno, cultu– ra, no obstante que muchos de los valores más positivos de este mundo mo– derno o civilización actual raen su origen del cristianismo. Tales como la vi– sión universal o global, la solidaridad y creciente conciencia de la necesidad de justicia para todos, la fundamental igualdad de los hombres y su traduc– ción en política de paz y final de carrera de armamentos, la atención a los po– bres y ciudadanos del Tercer y Cuarto Mundo, la libertad, la verdad, etc., el mismo Estado de Bienestar. Convendrá tener muy en cuenta que ese malestar y, en algunos casos, di– vorcio del cristianismo con la cultura moderna, se refleja y tiene sus inci– dencias en dos campos muy distintos, el de la organización de los Estados y el de la organización eclesial. Referente a la organización de los Estados, la nueva evangelización mani– fiesta su aprecio al sistema democrático y pedirá que éste garantice y asegure la participación de los ciudadanos en las opciones políticas, la libre elección de los dirigentes, las asociaciones intermedias, entre las que destacan las familia– res y sindicales; descalifica a los regímenes totalitarios. Será favorable a la li– bertad, a la autonomía y al principio o concepto de secularización. La Iglesia no tiene recetas de organización social; por ese mismo los mensajeros de su presencia en una nueva sociedad, no deberán minusvalo– rar los progresos humanistas, cristianos en su origen, y sus logros, sabiéndo– los presentar también como dones del Espíritu y en determinados momen– tos históricos, como realidades que hay que saber conocer. Decía el cardenal Ángel Suquía, en su ya citada ponencia Nueva Evan– gelización y Doctrina Socai: "En un contexto más cercano a nosotros, tam– bién la evangelización de América representa un testimonio excepcional de la presencia y papel de la doctrina social de la Iglesia en la evangelización. Las circunstancias y la misma situación de la Iglesia ya no son las mismas que en la antigüedad cristiana. Pero en la evangelización de América y Fili– pinas, sobre todo, a partir del informe que José de Acosta hiciera en 1572, es posible percibir el trabajo humanizador de la Iglesia, su capacidad crítica, plasmada en las obras de los derechos humanos que anticipa en buena me– diad la moderna doctrina social. A esa teología y a esa pastoral deben en gran parte los pueblos indígenas de América Latina su existencia hoy, así co– mo el mestizaje que caracteriza las poblaciones de América Central y Sur, a diferencia de lo que ocurrió, por ejemplo, con las poblaciones indias de América del Norte, exterminadas o conservadas residualmente, pero nunca mezcladas con los nuevos pobladores en ninguna medida significativa. Los

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