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386 FRAY SATURNINO ARA distintas a las vividas hasta el presente. El evangelizador del presente y del futuro debe replantearse de forma valiente y aguda la posición de la Iglesia en el mundo contemporáneo y su acción concreta frente a las situaciones de injusticia y de necesidad. Es necesario que en la Iglesia el mensajero de la nueva evangelización sea capaz de verse a sí mismo dentro de la historia del mundo y pensar la historia del mundo como historia de evangelización, esto es, de lucha por el reconocimiento de la verdad acerca de Dios y de la dignidad del hombre. Es decir, la Iglesia no puede juzgar al mundo desde el punto de una verdad eterna que permanece por encima de la historia y a la que ésta le resulta in– diferente, como tampoco aceptar, por otro lado, la visión modernista de la verdad eterna de la historia. Es ejemplar a este propósito la manera que el Papa Juan Pablo II relee continuamente la historia de las naciones como historia de la relación con Cristo. Reevangelizar o evangelizar significa entonces recrear la evidencia originaria de la presencia de Cristo en la historia personal de cada uno y re– leer, al mismo tiempo, la evidencia del pasado de las naciones. Y en este punto aparece la conexión de la doctrina social de la Iglesia y las estructuras económicas en orden a una nueva cultura que permita al hombre su plena realización. La doctrina social tradicional se preocupaba, sobre todo, de indicar los principios guía para la acción. Sin renunciar a esta función definitiva, la doc– trina social de nuestro tiempo quiere ser también principio metodológico para la búsqueda de las respuestas concretas a las necesidades del hombre en la tierra. Estas no se reducen a exigencias de carácter material; son mu– chas de ellas intelectuales y espirituales, como diremos en los siguientes apartados. El anuncio del Evangelio no podrá, pues cerrarse a la presentación, más bien histórica de las estructuras económicas de esclavitud. Y decimos his– tórica. Porque la presentación crítica de realidades denigrantes para el hombre, son hoy otros grupos o "profetas" quienes la hacen y con bastante frecuencia. Culpan al cristianismo de unos errores cometidos por la huma– nidad, contra los que se cree no ha luchado de forma clarividente. La cuestión social, creada principalmente con la venida de la sociedad in– dustrial, o la lucha de clases, consecuencia de unas estructuras económicas superadas, tampoco podrá ser el tema en el que incida la nueva evangeliza– ción. La historia evolutiva de las técnicas del progreso se ha encargado de superar la cuestión social, reducida a obreros y pobres y a la actitud clasista de la división de clases, productores y detentores del capital. La acumulación de los bienes de producción en organizaciones de carácter internacional o multinacional ha permitido una cierta aproximación de las distancias entre productores y detentores del capital. La labor de promoción y respeto de la dignidad del hombre, llevada a término de modo más empeñativo por los sindicatos, ha conseguido eliminar distancias entre obreros y patronos. Por lo

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