BCCCAP00000000000000000001473

384 FRAY SATURNINO ARA que se reconoce a Dios como esa presencia implacable que nos abarca por todas partes y que confiere continuamente ser y sentido a nuestra existen– cia24. Nos encontramos con la familia como dimensión social, necesitada de apoyo y ayuda de otras familias que permitan su realización como grupo in– termedio. Nuestra sociedad que, por un lado, es alérgica a cuanto tenga caracterís– ticas de asociación y, por otro, se ha habituado a reconocer como interlocu– tores legítimos al Estado y al individuo, v a encontrar chocante, para algunos involucionas, el empeño de la doctrina social de la Iglesia por destacar el va– lor de la solidaridad que se produzca ante el descubrimiento de las riquezas morales vividas y experimentadas por las asociaciones intermedias entre Estado e individuo. La nueva evangelización tenderá a apoyar una política que tenga como interlocutor real a la familia: "En efecto, una política social que tenga co– mo interlocutor real a la familia, es una política social probablemente más eficaz y seguramente muy distinta de la actual dominante. En efecto, para la cultura dominante, el hombre no debe partir de sí mismo para obrar y actuar, sino que es un sujeto que debe ser administrado y manejado por un poder su– perior. Los hombres tienen necesidades, deben presentar estas necesidades al Estado y éste tratará de resolverlas. Ésta es una visión de la sociedad en la que están presentes el Estado y el individuo, y entre los dos una casta de funcionarios expertos que se ocupan de poner en relación al individuo y al Estado. En una sociedad así desaparece la función de todas estas realidades que la doctrina social de la iglesia llama "las comunidades intermedias", de las que la primera es la familia. Por otra parte, la familia, en cuanto comuni– dad natural, tiene derechos que no le confiere el Estado, sino que le perte– necen por naturaleza y le son dados directamente por Dios que es el crea– dor de la naturaleza" 25 • En la doctrina social de la iglesia esto se llama "principio o función de subsidiariedad"; una asociación mayor no deberá hacer y realizar lo que es tarea de otra más pequeña, a menos que la comunidad más pequeña esté tan disgregada, tan destruida que no pueda responder a sus necesidades. Apar– te ciertas actuaciones de los Estados modernos que tienen a disgregar la fa– milia, la misma crisis del Estado social nos obliga a redescubrir el sentido y realidad de este principio de subsidiariedad en relación a la familia. También por parte de la Iglesia, cuya función subsidiaria viene matizada, dado su carácter sobrenatural, se acentúa la subsidiariedad de sus institu– ciones frente a la realidad familiar. Esta tendencia se pone de manifiesto en 24. Cfr. Familiaris consortio, 72. 25. POLLINI, p. L., El ethos de la familia y el descubrimiento del sentido religioso, en Doctrina social cristiana: Una introducción actual, o.e., p. 190.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz