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380 FRAY SATURNINO ARA 1.3.2 Las teologías neoconservadoras No sabríamos cómo decir, si neoconservadoras, si neocapitalistas o sen– cillamente teologías de la posmodernidad o del progreso. Cabría todo y to– do sería llamativo. La palabra progreso como idea secular, tan cara a la mo– dernidad, fue acuñada ya en los siglos xvn y XVIII. La postmodernidad es palabra mágica que se piensa puede explicar todo, pues responde a un deseo de búsqueda. Neocapitalista y neoconservadora son adjetivos descalificati– vos, pueden con todo responder a un empeño de actualidad. No debemos calificarla de occidental y menos aún de europea. La Iglesia se encuentra entre las opciones de renovación y restauración. Pues ahí colocamos la teología neoconservadora. Ciertamente que puede ser ésta una actitud simplista. Aceptamos correr el riesgo. Pero nos gustaría poder concordar, en base a la comunión eclesial, cuando afirmamos que los teólogos neoconservadores tratan de evitar poner el acento en el anuncio de calamidades y en el recuerdo de un pasado mejor. Ya no resulta sorprendente, sino más bien un vulgar tópico, la presentación insistente de la mente y los documentos de Juan Pablo II, abierto a las cuestio– nes sociales y cerrado en posiciones tradicionales tales como el sexo, anticon– ceptivos, recepción de ministerios ordenados por parte de la mujer.. .1 9 Pues bien, veamos en la teología neoconservadora, una posición que se abre a las exigencias de la doctrina social de la Iglesia, como lo hace la teo– logía de la liberación. Se superarán, entonces, barreras y se permitirá que concretamente aquí, en Europa, católicos de presencia y católicos de me– diación abandonen su antagonismo. Se dará ocasión a que la denuncia mu– tua pase a ser reconciliación. Se alcanzará el objetivo de una Iglesia que, sa– biéndose por encima del papel de institución social, ni primera ni última, desea crear espacios de encuentro y convivencia. El reconocimiento de la existencia de una teología neoconservadora, abierta a la posición actualizada de la doctrina social de la Iglesia, y la ad– misión del valor de la misma doctrina social de la Iglesia puede permitir su– perar tantas visiones pesimistas que no ayudan nada la tarea de la nueva evangelización y tanto daño acarrean a la aplicación de la doctrina social, 19. Véase AA. VV., Congreso de teología. Dios o el dinero,Madrid, 1989. "En mi opinión el papado está siendo lúcido en sus enseñanzas sociales, cuando denuncia con radicalidad la idea de un individualismo posesivo, materialista y secularista (a pesar de que con frecuencia dicho individualismo se viste con ropaje legitimador de carácter religioso y moral), que mo– vido por una dialéctica criminal (del ser y del tener) amenaza grandemente a nuestro mundo. (Ver Laborem exercens, n.13-14; Sollicitudo rei socia/is, n.28). Alguna de estas ideologías neoconservadoras y neoliberales no sólo rechazan estas enseñanzas sociales del Papa como ideológicas, sino que reclamarán la patente de exclusiva del Evangelio para el capitalismo de– mocrático. (Ver M. NOVAK, El espíritu del capitalismo democrático, Tres Tiempos, Buenos Aires, 1989)". VELASCO, o.e. p. 321.

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