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LA ANTIGUA MISIÓN DE MARACAIBO (1749-1820) 365 gobernador había concedido, ínterin que otra cosa el Rey mandase, "a los levantados que se redujeron por medio de la predicación evangélica" hasta quedar la costa limpia de tales levantados. Estaba con ellos el P. Tomás de Pons, su compañero en los valles de la costa. Cuando viniesen, se le daría el testimonio que pedía. Al no complacerle con rapidez, el P. Salvador de Cá– diz volvió a exponer el 20 de noviembre de 1732 que el obispo de Caracas J. Félix de Valverde, deseoso de la quietud de las costas por las hostilidades de algunos levantados, le ordenó que pasase a su reducción y pacificación. Aunque había gente armada para salir contra ellos, se comprometió a re– ducirlos pacíficamente, dándoles seguridad de que no se procedería contra ellos. Los alcaldes de Montalbán de Aguirre estuvieron de acuerdo; cum– plió su cometido y Eugenio de Salazar Goñi, teniente de infantería, daba testimonio el 20 de septiembre de 1732 que los PP. Salvador de Cádiz y To– más de Pons habían conseguido con su celo limpiar todos los valles de la costa y reducirlos a la obediencia al Rey; eran 168 almas: 133 negros, 22 mu– jeres y 13 niños. El coronel de infantería Sebastián García de la Torre agra– deció al P. Cádiz el trabajo de la reducción. Lo mismo hizo el obispo Val– verde a los PP. Cádiz y Pons; ahora bien: "Por lo que toca a los esclavos ni es razón, ni es justicia que los pierdan sus amos... por el mismo desorden de la soblevasión" (sic); si algunos no fueran reclamados, serían considerados bienes mostrencos para la Corona. En otra carta de 21 de octubre les volvía a agradecer el obispo a ambos misioneros la reducción evangélica 11°. Es obvio que en este último episodio aparece un inconfundible com– ponente de rebelión y de cimarronaje. Los Padres Cádiz y Pons no fomen– taron el palenque de los negros, sino que se prestaron a reducirlos no por las armas, sino por la evangelización pacífica. Esta actitud no fue entendi– da de la misma manera por todos. Así Gaspar de Salas, en nombre del go– bernador de Caracas, escribía al Prefecto P. Prudencio de Braga y entre otras infamantes inculpaciones, le achacaba que sus misioneros habían fundado pueblo y se habían ocupado de la pacificación de los negros le– vantados en la costa, acaudillados por Andresote. El Prefecto declaró a Sa– las enemigo de los misioneros por once atroces infamias que achacaba a los misioneros 111 • Quiere decir que quizá la citada evangelización pacífica de los dos capuchinos debe entenderse como un procedimiento evangéli– co de urgencia que no contradecía la tesis de la libertad de los esclavos ne– gros. Por otra parte, ambos misioneros serán recordados en el Consejo de Indias en 1789 al trazar la historia de las rebeliones de esclavos 112 • 110. AGI, Santo Domingo leg. 820. 111. AGI, Santo Domingo leg. 826. La razón de malestar de Salas podía fundarse en que el gobernador había salido contra los negros con 1.600 hombres de armas. 112. AGI, Indiferente General leg. 802.

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