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LA ANTIGUA MISIÓN DE MARACAIBO (1749-1820) 363 gros huir "del seruir a sus dueños y de sus lauores, huirían cantidades de esclavos de todos generos, y si se les concediese libertad, no ubiera ningu– no que no se retirase a los montes"; de esa forma no se cultivarían las ha– ciendas, ni los dueños pagarían los derechos reales, las rentas decimales, ni ayudarían a iglesias y hospitales, ni se recogerían limosnas para España pa– ra construir conventos y sufragar beatificaciones y canonizaciones; faltan– do los esclavos, los dueños quedaban destruidos, pobres y aniquilados... y todas las Indias abandonadas, sin más que el nombre, y es digno de reparo que en ninguna parte de ellas se tiene noticias se haya pensado lo que el negro Manuel Pereira. En fin que el Cabildo suplicaba al gobernador de los grandes inconvenientes de la cédula que se había leído. El caso era comprometido; se trataba de negros cristianos fugitivos. La postura de los misioneros era nítida: reducirlos a pueblo libre; los dueños temían que estos negros se acercasen a la misión capuchina de San Carlos. Los dueños elevaron sus quejas hasta el cielo, con alusiones a realidades sa– crosantas en el barroco como templos, beatificaciones y canonizaciones. El Rey quiso permanecer en el fiel de ambas posturas: Dar libertad a los ne– gros fugitivos, siempre que lo consintiesen sus dueños. Era obvio que la so– lución estaba condenada al fracaso en su raíz. Veamos la prueba. El mismo día 5 de septiembre de 1690, varios oficiales del cabildo fueron a comuni– car la solución a Blanca de Guzmán Ponce de León, abadesa del convento de Nuestra Señora de la Concepción. Respondió: "Por lo que a las religio– sas toca no sólo venimos en no conceder el derecho a que a dichos esclavos tenemos, sino que, justicia mediante, contradecimos de viva voz, una y las más veces en derecho necesarias la dicha libertad"; en consecuencia supli– caban que se suspendiese la ejecución de la cédula y se mandase que les de– volviesen los esclavos que por derecho tenían; contradecían todo lo eje– cutado, y en concreto "que los capuchinos los hubiesen poblado y que viviesen bajo su doctrina" 108 . Este nuevo episodio marcaba bien las posturas: la de los misioneros ca– puchinos dispuestos a formar doctrinas de negros libres; la de la Corona, abierta al principio de la libertad, pero reticente y dejando la solución a los dueños; la de los dueños, no dispuestos a perder la mano de obra, soporte de su vida y de sus ganancias. 3. Al anterior sucedió a los pocos años otro episodio gemelo. Lo cono– cemos por la narración del gobernador de Caracas. El 9 de abril de 1713 le avisaban los alcaldes de Santa Ana de Coro que en el lugar de Yaracuiba– re, arriba de Tocuyo, se estaba formando un palenque de negros esclavos fugitivos; los dueños hacían diligencias para recuperarlos, pero no lo con- 108. Este documento se halla dentro de los autos. Ibídem, sin fecha.
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