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356 TARSICIO DE AZCONA - Los misioneros navarros "lexos de haver sido utiles en los terrenos de Perixá han sido causa de que se ausenten los Indios dejando su pobla– ciones y retirándose a los monte" 94 . - Les achacan a estos misioneros haberse apropiado del gran hato de ga– nado dejado por los valencianos y de que los indios no pagaban ningún tributo al fisco, después de 40 años de vivir reducidos. - La hacienda real había gastado con ellos en sínodos o salarios mensua– les más de 40.000 pesos, sin contar las escoltas. - No habían reducido ningún pueblo, ni siquiera a los Aliles que mero– deaban Maracaibo. - Atendían a aumentar su hato y cuidaban tres ingenios de trapiche, cacao y maíz, empleando a los indios en trabajar para ellos y en llevar los frutos al mercado de Maracaibo. El fiscal del Consejo vio este acusador informe de la audiencia de Bo– gotá. Mandó que se compulsase, dato por dato, y que se comunicase ai Rey para poner remedio en estas cuestiones: tributación de indios, inutilidad de la escolta, atraso de los pueblos y mal trato a los nativos. Del Fiscal pasó el asunto a la Contaduría General del Consejo; el informe no salió bien pa– rado de esta instancia; se probaba con el informe y la documentación ad– junta lo siguiente: - Los misioneros navarros se introdujeron en los pueblos del Perijá por condescendencia de los gobernadores de Maracaibo, cuando los cuatro pueblos de Chourio vivían en paz. - Llevaban 25 años sin haber adelantado un paso en las nuevas reduccio– nes de los coyamos ymacaes, ni hecho el menor progreso en sus misiones. - Esto exigía que se tomase algún remedio para que se dedicasen a las naciones bárbaras, retirándoles los sínodos, escoltas y demás auxilios. - Se debía instruir al virrey de Santa Fe sobre estos extremos para que los trasladase a parajes donde fuesen útiles y su hato de ganado y los trapiches pasasen a propiedad de la villa de Perijá o se repartiesen en– tre los indios como bienes de comunidad. - Todo lo firmaba Francisco Machado, desde la Contaduría General, añadiendo que el Consejo acordaría lo más acertado. Como se ve el ataque contra los misioneros no era una escaramuza o un torneo; sino una declaración de guerra y una ofensiva total. No hemos loca– lizado ninguna cédula del mismo sobre este proceso en regla, con interven– ción de las máximas autoridades indianas y de la Contratación. Si aparecen, aclararán no poco la situación de la misión y de los misioneros. Mientras tan– to, pensamos que personas poderosas de Maracaibo se movían contra los mi- 94. F. DE RIONEGRO, Misiones..., p. 162.

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