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LA ANTIGUA MISIÓN DE MARACAIBO (1749-1820) 349 ron dos. Pueblo malsano. En cuanto a la doctrina se observaba lo mismo que en Piche, tanto por la mañana, como por la tarde. Discrepaba sólo el de Tintini 80 . Ésos son los datos precisos de visita sobre la catequesis de los pueblos; ahora bien, hurgando en la documentación se comprueba la dificultad de tal catequesis y adoctrinamiento, en especial por el idioma. Era el misio– nero quien tenía que aprender al menos los rudimentos del idioma de ca– da tribu. Por desgracia no nos ha llegado noticia de que ninguno hubiera escrito gramática o subsidio lingüístico en ninguno de los idiomas 81 • Pudo el misionero valerse de algún intérprete; pero era excepción.No estaremos lejos de la realidad pensando en una catequesis en que el misionero iba en– señando oraciones o doctrina, que los indios no entendían ni el idioma ni menos en su contenido. Era aprendida de memoria a fuerza de repeticio– nes, como la tabla de multiplicar en una escuela. e) La fuga de los indios a sus montes Hemos constatado la huida de los indios de Lajas y otras posteriores. El fenómeno es repetido. Tiene una explicación normal y natural: los in– dios no se sometían a la disciplina de la reducción, a la vida civilizada y al trabajo organizado. Pero existían, sin duda, razones más profundas para este abandono y para la huida a las serranías nativas. Las fuentes aluden a la atracción ejercida por los grupos, que quedaban en sus lugares y les in– citaban a desertar de la vida establecida por los extranjeros y a volver a sus prácticas religiosas. No deja de llamar la atención la lectura ética y teoló– gica que hacían los misioneros de tales fugas; y tal mentalidad se trasvasa– ba a las autoridades españolas. Aquellos indios fugados eran considerados como apóstatas de la fe y era necesario volver a reducirlos, incluso con la fuerza armada. En 1754 salió una expedición de Tinacoa "en solicitud de los apóstatas, bien prevenidos de lo que habían de ejecutar" 82 . El P. Puerto Mahón asentaba en su memorial que aquellas cristiandades tenían necesi– dad de quien les compeliese y forzase a la perseverancia en lo comenzado, 80. En el relato de la visita aparecen datos muy notables sobre la vida común y regular. También sobre el envío de cacao y dinero a la Provincia, sobre todo al Provincial, que era quien nombraba al Prefecto. Regía el pueblo el P. Sebastián de Corella, quien se quejaba de que el Prefecto no le daba el sínodo. Diversos datos sobre actuación de prefectos y procura– dores. Al uso del chocolate en los conventos de la Provincia aludimos en Presencia de los Ca– puchinos de Rentería..., pp. 63-66, 75. 81. Son bien conocidos los vocabularios escritos por el P. Francisco de Catarroja, valen– ciano, en motilón y en otros idiomas de la misma familia. 82. Informe del prefecto José de Auto!, sin fecha (de 1755), muy importante. en F. DE RIONEGRO, ivfisiones... , pp. 91-99, en p.. 97.

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