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348 TARSICIO DE AZCONA dio y en su ausencia por un muchacho. Rezaban el Padre nuestro,Ave Ma– ría, Credo, Mandamientos, Sacramentos, la Salve, los actos de la confesión y el acto de contricción. Después el misionero preguntaba la doctrina y ex– plicaba alguno de los puntos principales. En todo se empleaba media hora. Al final decía una oración y cada uno se iba a sus labores. Por la tarde no había rezo, sino que el misionero llamaba a su casa a los grupos de mucha– chos y muchachas, que necesitaban mayor instrucción; este acto de la tar– de no era obligatorio, unos lo hacían y otros no; por eso, existía cierta dis– crepancia. El mismo día 20 de febrero al atardecer pasó el obispo al pueblo de Pi– che; su iglesia estaba dedicada a Nuestra Señora de Belén. La regentaba el P. Francisco Javier de Alfaro, de 42 años y llegó en 1764, con otros cuatro religiosos, de los que murieron dos. Era pueblo de misión viva y de indios muy pobres. Por la mañana reunía en la iglesia a todo el pueblo y dirigía las oraciones uno de los dos fiscales; el misionero les preguntaba la doctrina y les explicaba lo que le parecía. Después de media hora, los hombres iban al trabajo; los muchachos bautizados y los catecúmenos iban a casa del mi– sionero y en el corredor de la misma les explicaba los puntos esenciales de la doctrina, gastando un cuarto de hora largo. Por la tarde los reunía de nuevo a toque de campana, rezaban como a la mañana y continuaba las ex– plicaciones doctrinales, durante media hora; después los muchachos y los catecúmenos con los fiscales iban de nuevo a casa del misionero quien les preguntaba y les hacía sus explicaciones. Éste era el método que estaba prescrito, aunque el de Tintini le había dicho que por la tarde no había obligación de enseñar la doctrina. La obligación dimanaba de los Prefec– tos y de sus Capítulos 78 • La iglesia tenía libro de bautismos iniciado en 1735 por el P. Joaquín de Mallorca. En el folio 25 había una nota, advir– tiendo que la misión quedaba desde 1752 a cargo de los misioneros de Na– varra y Cantabria. Era el pueblo principal de la misión; los misioneros te– nían arboledas de cacao y hato de reses vacunas. Residía el Prefecto, tenía un síndico quien cobraba el salario de todos y hacía caja común; cada mi– sionero cobraba 150 pesos, pero nunca se entregaba el dinero al individuo particular, sino que todo lo suministraba el Prefecto 79 • El 22 de febrero de 1775 pasó el obispo al pueblo de Tinacoa, que tenía iglesia y ornamentos; no tenía capa pluvial porque no la usaban los capu– chinos. Era misión viva y estaba regentada por el P. Miguel de Asteasu, lle– gado a Caracas en 1764. Le acompañaron otros tres religiosos, pero murie- 78. Parece que el texto de las diversas Constituciones misionales de Maracaibo no son ta– xativas en la materia, por lo qne la práctica de los misioneros no era uniforme. 79. Aparece con alguna frecuencia la queja de que el Prefecto gastaba este dinero común en Maracaibo y ayudaba poco a los misioneros.

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