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276 TARSICIO DE AZCONA nadie les arrastró a la iglesia a recibirlo; fueron interrogados en la cere– monia y respondieron afirmativamente; por tanto, aunque fuera frígida la respuesta, el sacramento fue válido, ya que "Si baptizans itendant bap– tizare, qualecumque intentionem baptizatus habeat, recipit sacramen– tum". Es obvio que se están mezclando condiciones objetivas y subjeti– vas para el sacramento. c) Esta alusión a la conversión fingida nos lleva de la mano a constatar cier– to posicionamiento histórico actual sobre estos conversos judíos y mo– ros. No hace mucho escuchábamos a un profesor hebreo defender con energía que entre los suyos nunca hubo conversión sincera; fue siempre forzada; más aún, que no pudo darse una conversión voluntaria y con– vencida. Todos los convertidos en Anussim o forzados, nunca Meshuada o convencidos. Parecido juicio se encuentra referido a los moros grana– dinos: Se trató de falsas conversiones de personas que llevaban una do– ble vida y que yuxtaponían dos religiones. Más aún, las rebeliones mo– riscas tuvieron carácter de guerra de religión, en defensa de la suya. Ni dejara de escribir algún autor que en Indias surgió esta paradoja a cada paso 31 . Es claro que el problema necesita más espacio que el que aquí disponemos para su clarificación. Aun sin recurrir a la acción de la gracia y del Espíritu y a la mediación de la Iglesia, anotamos que dichos inves– tigadores no encuentran reparo de sinceridad, cuando los cristianos se pasaban al judaísmo y con más frecuencia cuando se convertían en hijos de Alá 32 . En caso de Granada se debe mayor atención a la enseñanza, a la catequesis y a la conveniencia 33 , tal como lo preconizó y practicó el ar– zobispo Talavera, al que no se suele dedicar ni una alusión. d) Dejada la doctrina, interesa aludir también la postura política, adoptada por la administración. A los moros que recibieron fingidamente el bau– tismo y continuaron sus ritos islámicos, les llegó la acción de la Inquisi– ción, y al colectivo moro no bautizado el de las expulsiones. Fijemos la atención en el primer aspecto. Es bien conocido que el arzobispo Tala– vera no consintió que en el reino de Granada se estableciese la Inquisi– ción, nacida para tratar a los conversos judíos. El trabajo con los moros 31. A. GARRIDO ARANDA, Organización de la Iglesia en el Reino de Granada... , p.256. 32. Sin admitir algún grado de sinceridad, de explicarse cómo emparentarse con linajes de cristianos viejos, accedieron a cargos eclesiásticos elevados y profesaron en monasterios e institutos religiosos, dando pruebas de perfección muy elevada. Desde el otro punto de vista, véase N.A. DE BUENES !BARRA, Reflexiones sobre la conversión al Islam de los renega– dos en los siglos XVI y XVII, en Ifüpania scara 42 (1990), pp. 181-198, a propósito del libro de B. BENNASAR, Los cristianos de Alá. 33. Véanse las valiosas aportaciones de Mª DEL CARMEN CALERO PALACIOS,Los niños moriscos de Granada: una fundación para su enset1anza y educación, en Andalucía mo– derna (siglos XVI-XVII), Tomo I, pp. 163-172.

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