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246 FRAY SATURNINO ARA Muchos cristianos pasan hoy de la Iglesia, unas veces, por ignorancia de su realidad y, otras, por reacción debida a las campañas promovidas y dirigi– das con informaciones y enseñanzas contrarias a la misma, y, también por las actitudes de grupos y escritores que se muestran resentidos más que voces denunciadoras de situaciones antievangélicas, descubiertas en la es– tructura social y en las actuaciones de la jerarquía. El entusiasmo por Cristo o fidelidad en el vivir la vocación o llamada será la consecuencia de una fe, alimentada en la oración4, ante todo euca– rística: "Haced esto en memoria mía" 5 • La Eucaristía produce la comuni– dad y asegura a la persona capacidad de comunión y de amor. Ofrece el alimento para que en la carrera, con todos sus relevos, sea posible llegar hasta el fin. La penitencia es el encuentro con el Señor 6 • Elementos que abren horizontes para esa convivencia nueva de la que tanto tiene necesi– dad la humanidad. La dimensión de pertenencia de la Iglesia viene reforzada por el hecho de haber entendido la expresión "sacramento de la unidad de los hombres con Cristo y entre ellos" 7 y lugar donde Cristo dice "sígueme", mediante el Espíritu que reconstruye continuamente las energías intelectuales y afec– tivas del evangelizador y hace que éste adquiera el estilo que le lleva a practicar la misericordia con el hombre, midiendo con la misma medida que ha sido medido: Bondad por parte de la Iglesia en Cristo Jesús. El hombre entusiasmado por Cristo, creyente en el Dios encendido, y por la Iglesia, suele presentarse como el buscador de los valores sobrena– turales y de la presencia de Dios. Aparece entusiasta de tantas realidades humanas, ya que, experto de lo divino y de cuestiones teológicas, aprecia esas realidades o valoraciones humanas, incluido el propio cambio, como dones de Dios. Anuncia la alegría de seguir a Cristo, no condena. Es el contemplativo que sabe introducir en su vivencia cristiana el as– pecto místico, practicando e incitando a la reflexión silenciosa de la Biblia y de los maestros clásicos de la espiritualidad y también del mundo actual con sus realizaciones, sus ciudades, sus avances, sus conocimientos, sus téc– nicas ... buscando con todo ello el modo de evocar a Dios y aproximar e in– vitar a las gentes al seguimiento de Cristo y de su Iglesia. Convertido a Cristo, entusiasmado y convencido del valor de su doc– trina como de la validez de la Iglesia, presenta el rasgo que es el de la ra– dicalidad en el seguimiento y cumplimiento del Evangelio; deja de recurrir a las motivaciones fundamentales en el miedo y en la falsa culpabilidad, 4. Cfr. Dominum et vivificantem, 65. 5. Cfr. Redemptor hominis, 20. 6. Cfr. Dives in misericordia, 13. 7. Cfr. Dominum et vivificantem, 64.
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