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DESCRIPCIÓN ROBOT DEL CAPUCHINO EVANGELIZADOR 243 nacimiento progresivo y de mi deseo cada vez más intenso. No es algo se– parado de mi vida ordinaria, a parte de mí, sin conexión alguna con el res– to. La vida espiritual implica todo lo que hago, todo lo que sucede, todo lo que soy, impregna cualquier actividad y es activa en cualquier momento. Es, además, la razón de mi servicio a Dios y al prójimo. Es lo que me 'pone en marcha'. Una vida espiritual es simplemente una vida en la cual todos veni– mos del centro donde estamos anclados en Dios: una vida embargada to– talmente del sentido de su realidad y sus exigencias, y entregada a la mo– ción de su querer (EVELYN UNDERHILL, The Spiritual life)." 2 La misma técnica, en particular la productiva o industrial, informática o electrónica, le proporcionan al hombre actual recursos de comunicación, más medios y transportes, monetarios o económicos, que le facilitan, a su vez, la tarea de anuncio del Evangelio y le ayudan a trabajar más eficaz– mente por la liberación del ser humano en zonas de pobreza material, de incultura, de deficiente salud o higiene, etc... Los estudios sociológicos, estadísticas y también los antropológicos la salen al paso y proporcionan también al evangelizar facilidades de lectura y comprensión de datos, cuya interpretación puede realizar más lúcida– mente, al contar con las luces de lo Alto. La dinámica o técnica de grupo, aplicada al desenvolvimiento y activi– dad de las reuniones eclesiales, pueden resultar un elemento activador de la acción evangelizadora y de la vida de la Iglesia. Una Iglesia que deberá estar dispuesta y abierta para introducir en sus canales de organización so– cial las técnicas más depuradas que ofrece el adelanto actual respecto a la estructuración de la vida social, ya sea mediante el derecho, la administra– ción y la sistematización burocrática, en general. La universidad planetaria, característica de nuestro tiempo, ayuda al capuchino y evangelizador a ampliar sus horizontes hacia una Iglesia uni– versal en un mundo universal, superando peligros de particularismo, y ha– cia ese abanico de apostolados o actividades tan diversificadas, ya que di– versificada está nuestra sociedad y también nuestra Iglesia, tanto en sus oportunidades como en sus limitaciones, necesitada, consiguientemente, de hombres y mujeres que se hagan cargo de las posibilidades de bien o se enfrenten en la lucha contra el mal. La cuantificación profesional, riqueza personal de nuestros contempo– ráneos, puede llevar al capuchino evangelizador a una apreciación más jus– ta y necesaria de sus propias posibilidades y habilidades, en conformidad con el propio carisma o patrimonio espiritual del instituto. Entre nuestros 2. HUME, B., Hacia una civilización del amor. La Iglesia en el mundo actual, Salamanca, p. 109. Véase PEREIRA, V. S., Modelos de santidad, en Selecciones de Teología, 30 (1991), p. 307 y SS.

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