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242 FRAY SATURNINO ARA nuevo ciudadano comprende y se instruye en otros hábitos de consumo, porque toma conciencia de los costos sociales del desarrollo, de la lógica interna a que obedece la escasez de trabajo, el paro y la marginación so– cial: circunstancias que se dan, a distinto nivel, en la vida consagrada y tam– bién en la eclesiástica en general. Nace el hombre tolerante y no violento, es decir, hábil para alcanzar acuerdos sociales a través de la negociación, y capaz, hábil también para razonar las convicciones propias de todo signo. El que rehúsa caer en la pura imposición o en la indiferencia más degradante. Notas que, llevadas al campo evangelizador, podríamos traducir e interpretar como actividad misionera eficaz por su tolerancia y ecumenismo y, al mismo tiempo, por su seguridad y continuidad en la oferta. Es un hombre ecológico y planetario, es decir, capaz de plantearse la opción de la calidad de vida para todos, en solidaridad con las genera– ciones venideras y con los pueblos y clases expulsadas hoy a la periferia del crecimiento cuantitativo. Un hombre capaz de retornar el punto de vista de la humanidad y del planeta Tierra, en la independencia del hombre con las comunidades nacionales, la comunidad universal de los pueblos, ani– males, plantas y toda la creación. En la perspectiva de los cristianos, imbuidos de afecto y de tolerancia, es un hombre que redescubre el potencial humanizador de la tradición evangélica y que, en libertad, afirma con gozo su experiencia de Jesús como Cristo Dios. 1 Y, más concretamente, en la percepción del evangelizador consagrado, el hombre actual ofrece y agradece los progresos de una técnica que le per– mite llevar una vida humana de superior calidad en relación a otros tiem– pos y, consiguientemente, de un disfrute de salud y ocios que le dan opción a una vida espiritual y misionera diversas. Se nos permitía una divagación. Escribe el cardenal Hume: "Desde lue– go, la expresión "vida espiritual" no es de uso corriente en nuestros días. La gente habla, en cambio, de su vida de oración, o de formación, o de cre– cimiento en la fe, o de camino de fe, o de intento de aproximación a Cris– to. O tienden a orientarse hacia la acción social y a la preocupación por te– mas de justicia y de paz. La vida espiritual incluye todo eso y es la fuente por temas de justicia y de paz. La vida espiritual incluye todo eso y es la fuente de donde mana todo lo demás: ¿Qué es, pues la vida espiritual? Es esa vida interior por la que me es– fuerzo en encontrar a Dios y despliego mi relación con él a través de mi co- l. Agradecemos poder tomar estas y otras expresiones de CALLEJA, J. I., Una Iglesia Evangelizadora. Indicaciones para una "radiografía social", Santander 1990, p. 118 y ss.

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