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240 FRAY SATURNINO ARA Pueden tener cierta explicación e incluso justificación en la posición tan propia de algunos escritores, en particular, eclesiásticos, teólogos y pas– toralistas, fácilmente constatable en nuestro mundo ibérico, que fomenta una visión negativa de la jerarquía y de las instituciones eclesiásticas, a las que se atribuye falta de reflejos ante una evidente erosión de formas de vi– da y socialización. Hay que saber aceptar los cambios de forma de vida y socialización con actitud abierta y considerarlos bendición de Dios o simplemente sig– nos de los tiempos. Comprender que propiamente más que de erosión, se trata de nacimiento de una nueva época con carácter socio-económico– político-religioso muy diversos. Hay que saber valorar la nueva época en sus aspectos positivos, para poderla contrastar con sus deficiencias o as– pectos negativos. Para muchos cristianos el cuestionamiento no se hace sobre una sociedad que nace, sino que gira en torno a unas formas del pa– sado que se hunden y desaparecen. Para nuestros hombres más despier– tos, el futuro es una superación de un pasado, obra que fue de creyentes y pasó adelante, debido al esfuerzo humano y al progreso técnico. Un reto o desafío a la Iglesia en su misión de presentar el mensaje de Cristo con ac– tualidad. Se reconoce sin mayor esfuerzo y casi de forma espontánea la bondad y posibilidades de los programas políticos, de carácter nacional e interna– cional. Parece ser que no se perciben tan fácilmente los valores positivos de las programaciones eclesiásticas, quizá por falta de fe en Cristo y su Ins– titución, la Iglesia que componemos todos los bautizados. Al final de la ponencia sobre "La Nueva Evangelización y la Doctrina Social de la Iglesia" denunciábamos la posición crítica, derrotista y pesi– mista de escritores y militantes cristianos frente al futuro. Destacábamos cierto contraste con la actitud serena, abierta y, en tantos momentos, pro– videncialista, reflejada por autores y hombres de buena voluntad que mi– ran el futuro, concretamente, el más inmediato como un trabajo y tarea a realizar, puesta la fe en Dios y en la bondad de los hombres. Entre éstos se encuentra ciertamente Juan Pablo II. Como capuchinos, seguidores de Francisco de Asís, entre los que debe brillar la esperanza como dimensión constitutiva de la propia vocación, va– mos a tratar de diseñar nuestro futuro conscientes de las dificultades del momento actual de la Iglesia y de la Orden, seguros y agradecidos al Espí– ritu Santo que está también con nosotros. Guiados por este Espíritu y co– nocedores de las realidades de nuestro momento histórico, auscultamos las señales prometedoras de ese futuro inmediato, buscando promoverlo y desarrollarlo. La exposición se divide en dos apartados: Nuestro contexto cultural, señales prometedoras, Breve exposición y Rasgos del capuchino evangeli– zador del hoy y del futuro inmediato, apartado algo más extenso.

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