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250 FRAY SATURNINO ARA El capuchino evangelizador, seguro ante el futuro y sin resentimiento por el pasado, acepta todas sus limitaciones y defectos 15 y con humor, que es una hermosa expresión de minoridad. Se abre a todas las posibilidades de evangelización, en particular a las que responden y van de acuerdo con su propia identidad o carisma franciscano-capuchino, de siempre y de hoy, caracterizado por la sencillez y por la fraternidad, apertura servicial a to– dos los hombres. 2.3 Hombre de la verdad y entusiasta de la libertad El portador de la verdad, el nuevo evangelizador, descubre que el pro– greso técnico al que ha llegado nuestra sociedad no impide cuestionarse qué es el hombre, y preguntarse por qué Dios se hace hombre para acom– pañar a éste: la misión recapítuladora del Cristo en todas las cosas, diremos con el apóstol y con la teología franciscana. La verdad es Dios y es Cristo. Dios sin cuya existencia -muerte de Dios-, el hombre está condenado a muerte en su dignidad y libertad. Tema básico para la nueva evangelización. Juan Pablo II recurre en sus discursos a esa idea en la que destaca que el hombre ha sustituido la verdad por el poder. Y el poder origina miedo 16 . El evangelizador del futuro se arriesgará a jugar la baza de la verdad que exige, en conformidad con el Evangelio y coordinadas de democracia, en nuestros tiempos más que en los pasados, que el poder esté al servicio de la comunidad o sociedad, llámese pueblo o simple ciudadanía. Ante la autoridad y también ante la crítica de la misma que caracteriza nuestro presente, tomará una actitud de superación, madurez y pluralismo que, quizá, podrá llevarle a condenar, pero generalmente más a denunciar llanamente situaciones que pueden y deben ser superadas en fuerza y ra– zón de una ética ciudadana y, de modo más radical, en fidelidad a una doc– trina social cristiana o programa evangélico. El capuchino evangelizador del futuro será entusiasta de la libertad, en primer lugar porque descubre que la nueva cultura se proclama defensora de esa misma libertad... Y, luego, porque descubre también que un cono– cimiento más sereno del Evangelio ayuda a estar de forma imparcial y sin dejarse atar y ligar por opciones humanas, bien sean económicas o políti– cas, sociales o religiosas. Así puede mantenerse libre en su dedicación al anuncio de la verdad religiosa. 15. Los defectos de los cristianos, coincidentes, a veces, con lo que creemos ser nuestras mayores virtudes están descritos y con buen humor por HERNANDO, B.M., Pequeña gale– ría de ángeles y personas, en Misión abierta, 4 (1991), pp. 97 y ss. 16. Cfr. Redemptor hominis, 15.

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