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248 FRAY SATURNINO ARA gelizador del futuro en los semilleros de vocaciones sacerdotales. No se le descubren en los movimientos laicales. Disminuye en los noviciados de re– ligiosos y religiosas. Es dato de la estadística que controla un fenómeno y una "tendencia humana". Pero el capuchino de hoy, evangelizador de futuro, sabe que juega en sus cálculos con una acción del Espíritu que constante y sorprendente– mente cambia las corrientes y "esas tendencias humanas" y señala nuevos derroteros. El Espíritu sopla donde quiere y como quiere. 12 De ahí que no se alarme ante unos datos que, tal vez tienen más de in– terpretación de una crisis de transacción de sociedad, con un cambio de va– lores, creadora de una nueva cultura, que de valoración de nueva sociedad, también de transmisión de una fe y de una distinta espiritualidad, que po– dría no ser la tradicional que ha sido el vehículo de vocaciones sacerdota– les y consagradas. No será nostálgico del pasado y, lógicamente, vivirá el presente y bus– cará construir el futuro, huyendo hacerse eco de la crítica que se ensaña– ron otros tiempos que respondieron, a su modo y de acuerdo con sus posi– bilidades, a un generoso empeño de servicio misionero y fidelidad a la vocación religiosa, ciertamente, en un contexto muy particular, que no fue como el que hoy vivimos, más respetuoso de los derechos del hombre, con servicio por parte de la autoridad que se siente descentralizadora, subsi– diaría y corresponsahle con la hase, abierto al diálogo y el ecumenismo y destacado en el esfuerzo por realizar y entender los derechos y promoción de la mujer, etc... Afortunadamente, en la proyección de la evangelización del futuro, las programaciones más acertadas son aquellas que valoran el carisma opa– trimonio espiritual de un pasado y miran la nueva tarea a realizar como una empresa de extraordinaria envergadura, creadora y retadora antes el "statu quo", pero ya no en el sentido en que tantos se complacen, cuando anuncian la dimensión de condena, que llaman profética. Es decir, pene– trar en la oscuridad de la historia, para ofrece; una alternativa capaz de reanimar el valor y los caminos de esperanza de futuro. Habría que optar sencillamente por el profetismo del ejemplo o testi– monio de vida, el de la mayoría de los evangelizadores. Y habría que aban– donar esa otra actitud en la que se distinguen, generalmente, hombres inte– lectualmente utópicos y también algunos miembros de Curias o estamentos, normalmente, bien situados en el confort del mundo occidental, que se li– mitan a una mera programación, cuando no se lanzan por la condena. 12. Verdad que parece ignorar Robert Schereiter. Véase SCHREITER, R.J., El entorno de la vida religiosa en el año 2(1]0, en CONFER 30 (1991) pp. 75-90 y también CROWE, S., La vida religiosa en Australia, en CONFER 30 (1991), pp. 505 y ss.

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