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SENTIDO TEOLOGICO DEL TRABAJO 55 hizo nada de cuanto ha sido hecho» (12). Hemos de buscar, pues, a nuestro espíritu, imagen, aunque imperfecta, de Dios, una acción proporcionada. Dios crea; el hombre actuará todas aquellas realida– des que Dios colocó en el mundo como mera posibilidad. Imagen .de Dios en el ser, el hombre ha de seguir el paralelo de su obrar, según el conocido axioma: la acción epifanía del ser. Al manifes– tar su pensamiento sobre nuestra naturaleza, «hagamos al hombre a nuestra imagen lJ semejanza, pudo Dios añadir a título de co– rolario: y que por tanto imite nuestra actividad en la medida en que refleja nuestro ser. Dentro de la lógica, nos parece legítima la con– clusión, Dios, que quiso ver en el hombre una imagen de su ser, quiere tener en él un colaboradar de su obra. Su ACTIVIDAD INMANENTE y su ACTO CREADOR preludian el doble aspecto de nuestra actividad: en nosotros y en el mundo. C) Ambito de nuestra actividad. Después de lo anteri01·mente indicado, es natural que el hombre tenga una doble misión correspondiente al doble principio que le integra. Misión respecto de sí mismo, y misión respecto del mundo que le rodea. Una perniciosa unilateralidad caracteriza a las dos concepcio– nes extremas que se enfrentan con el problema. La falsa mística no reconoce más que la vida interior. Para lo exterior sólo tiene indife– rencia. El marxismo se va al polo opuesto, al negar el problema de nuestro interior, apuntando únicamente al trabajo externo. La síntesis se perfila con exactitud al tomar contacto con lo di– vino. La vida íntima de Dios reviste carácter primordial sobre su actividad creadora en el tiempo. Dios que, según el cómputo bíblico, crea en seis días, ocupa la eternidad en ese acto único y esencial que define las relaciones Trinitarias. Para nosotros ambas realidades, interior y exterior, figuran en la jerarquía de valores. Primero el indivíduo, después su obra exter– na, concretadas en la perfección individual y en la perfecció;; del mundo respectivamente. A ambas aludiremos en las siguientes pági- 12.-Jo., 1, 3.

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