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54 REFLEJOS.--FR. BASILIO DE PINILLA En ambos casos vemos que es la actividad del indivíduo, su tra– bajo, quien próximamente determina el derecho de ciudadanía, y que ésta viene regulada en último término por una concepción ético– metafísica del hombre. El Cristianismo, fiel a su consigna de catolicidad, reclama para nuestra actividad todos los hilos de nuestras posibilidades humanas. Y también esta actitud cristiana descansa sobre una concepción ético-metafísica del hombre, interpretada en las primeras páginas del Génesis: «hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza» (10). Luego, el relato sencillo, ingenuo de nuestro origen: «formó, pues, Yavé Dios al hombre del limo de la tierra e inspiróle en el rostro un soplo de vida, y quedó hecho el hombre viviente con ~l alma racio– nal• (11). Dos elementos esenciales, que realizan la conjunción armónica de dos mundos dispares, el espíritu y la materia. Nuestra naturaleza, como la persona de Cristo, encarna dos realidades postulados de su misión completa. En ella es el espíritu quien ha de mantener la ten– sión que exige el progreso, atestiguando su alto destino al regular esta doble polaridad que rige en nuestro desarrollo. El espíritu, en– carnando la imagen de Dios, es quien da a nuestra naturaleza su valor supremo. Pero, como la humanidad en Cristo, también aquí tiene el cuerpo su realidad, su valor propio y casi independiente, lo mismo que su mísión especial. Igual que aquella es el camino, el medio, el «sacramento» de que Dios se sirve para acercarse a nos– otros y salvarnos, el cuerpo es, en nuestra naturaleza, quien nos ha– ce solidarios del cosmos en que el hombre supone el último estadio, pues en él la materia toca la línea del espíritu. Podríamos hablar del hombre como de la imagen de Dios que informa la materia, lo mismo que definimos a Jesucristo como la Imagen perfecta del Padre, asumiendo la naturaleza humana. Aho– ra bien, a la acción pro¡:>ia y exclusiva de Dios en sus manifestacio– nes ad extra llamamos creación; actividad realizada por el Padre mediante el Verbo, su Imagen perfecta, según el pensamiento de San Juan: «todas las cosas fueron hechas por El, 1J sin El no se 10.-Gei:i., 1, 26. 11.-Gen., 2, 7.

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