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REFLEJOS.-FR. BASILIO DE PINILLA 52 generoso si nos hubiese colocado en un mundo totalmente acaba– do» (8). Situado en el límite de dos mundos; afirmado en el material por su cuerpo, se asocia al mundo de los espíritus por su alma, que con– sagra su misión en esta obra perfectiva total. Rey y señor del mundo ha de sintetizar su tarea en la elevación de sus dominios, encarnando en sí el mayor número posible de valores. El día séptimo Dios lo dedica al descanso. Su creatura más noble tiene la misión de continuar su obra. Creado a imagen de Dios, pero en parte también del mundo, el hombre importa, por misma naturale– za, un saber de revelación. Su misión no es de simple espectador. Constituido artífice de escena, asume a la vez el título de empresario de su propia vida y de todo aquello, que sin ver vida, contiene algún principio susceptible de revelación. «Tomó Yavé Dios al hombre y le colocó en el jardín de Edén para que lo guardase y lo cultivase»; «llenad la tierra y dominadl¡1>. Toda una obra de perfección trascendente, asignada al hombre en esta misión respecto del mundo: misión de dominio revelador. Soli– dario del mundo material por su cuerpo, ha de actuar todos sus va– lores. Pero será el espíritu naturalmente quien realice la ascensión. Una actitud en contra provocaría la inversión del precepto divino, con las consecuencias que de hecho se han seguido al colocar, en determinadas épo_cas históricas, el ideal humano en el triunfo de la materia sobre el espíritu, cuando no en la eliminación de este últi– mo. Aquí radica precisamente el que hoy se remita a la Iglesia Cató– lica como a una sociedad en pugna con la cultura. Es que la custo– dia de los preceptos de Dios asume el papel de fermento, de princi– pio regulador de un esfuerzo que impide situar la meta en un punto, la materia, que al fin, para el hombre es el menos importante. Hoy es frecuente el descuido de elementos decisivos que garan– ticen un desarrollo normal de nuestra actividad, porque se esquema– tiza paupérrimamente nuestra naturaleza y en su reconstrucción se elimina todo aquello que no sea cuantitativo. Este es el pecado que la Iglesia condena en la cultura modema, cuya condenación ha re- 8.-CHENÚ, D., o. c., P, 41.
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