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51 SENTIDO TEOLÓGICO DEL TRABAJO perfección, y nosotros somos los colaboradores de Dios en esta em– presa (5). I.-EL TRABAJO ANTES DEL PECADO A) El hecho. Este es el hecho escueto: desde un principio el hombre está so– metido a la ley del trabajo. Dice el autor sagrado que «Yavé Dios colocó al hombre en el paraíso para que lo guardase y lo cultivase» (6); y antes bahía apuntado la intimación divina a un trabajo perso– nal, íntimo y contínuo. El ccrescite» dirigido al hombre tiene un va– lor independiente y superior al dirigido al simple animal, incapaz de verdadero progreso (7). Desde ese momento queda el hombre al frente de la creación, pareciendo que Dios se retira a segundo plano, para sólo intervenir abiertamente ante la infidelidad de su creatura. Es el padre de fami– lias que planta la viña y luego envía a sus operarios; únicamente ai atardecer se presentaría con el salario convenido. Dios crea en seis dias; pero quiere asignar la perfección de su obra a un ser que de algún modo tenga en sí la posibilidad de su perfección y que pueda hacer extensiva al mundo material circun– dante su acción benéfica y humanitaria. Es la prueba más palmaria de la benevolencia divina, «Dios no nos parecería tan grande ni tan 5. - Esta interpretación adquiere un nuevo sentído, único y trascendente a la luz del pensamiento franciscano que interpreta la creación como una etapa inicial que anuncia y prepara la Encarnación del Verbo independientemente de la caída de Ar'án. Nuestra actividad responde en este caso a una llamada superior, cual seria la construcción, en el correr de los siglos, de la casa que Dios ha de transfigurar para convertirla en su morada. 6.-Gen., 2, 5. 7.-A. ScHurz ve en estas palabras un símbolo de la historicidad del hombre. Dice textualmente: «por necesidad es en la sucesión histórica cómo se convierte en realidad aquello que Dios colocó en el mundo como capacidad. De modo que tiene un sentido más profundo aquella orden: creced y multiplicaos. Creced, es decir, há– gase realidad paso a paso, del ayer al mañana, a través del hoy, con la anticipación de objetivos y con el aprovechamiento del pasado, aquello que está latente en la idea teológica del hombre•. «Dios en la Historia», Buenos Aires, 1945, p. 121.

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