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El Cristianismo es ante todo un mensaje de redención. A la luz de ese mensaje, cualquier realidad: el hombre, la humanidad, la creación entera, adquiere un nuevo sentido. Desde un principio el Cristianismo promulga el código de los derechos del hombre, dando a éste conciencia exacta de su persona– lidad. El dogma de la unidad de origen borraba la concepción índica de la cuádruple procedencia o emanación de la divinidad. Con ello proclamaba la igualdad de todos los hombres y, como consecuencia, superaba la etapa histórica de la esdavitud. El hombre queda redi– mido de sus semejantes. Pero el Evangelio cristiano lleva también un mensaje directa– mente social. Hasta la venida de Cristo, el sentimiento de que el hombre era sólo una parte de ese todo que llamamos naturaleza era predominante en la humanidad. El Cristianismo nos da la buena nueva de que el hombre está tocando un mundo superior, por lo cual se sitúa bajo una categoría de seres distinta de todo cuanto en la naturaleza se contempla. Aún para el mundo material tiene el Cristianismo una palabra redentora. Al pesimismo, corriente en las ideologías antiguas, opone un sano y alegre optimismo y frente al dualismo zoroástrico man– tiene la unidad del Principio Creador, que en seis días realiza su obra y que al final dirige una mirada de complacencia aprobando su redlización: «Y vió Dios que era bueno... Tres puntos que en definitiva suponemos resueltos en cristiano; sólo en este supuesto podría el hombre encarnar en la naturaleza un valor superior, y el mundo adquirir nueva perfección, sentido teoló– gico fundamental que queremos ver en nuestro trabajo. 7

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