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SENTIDO TEOLOGICO DEL TRABAJO 65 ble de un Días-Hombre. Desde ese momento se constituye el Verbo Encarnado en causa eficiente y ejemplar de nuestra restauración. Nos interesa, pues, señalar el sentido que en la nueva Economía responde al doble elemento que actualmente integra nuestro trabajo. 1.-Carácter oneroso. Creemos innecesario insistir en el carácter de castigo con que el trabajo aparece en el mundo; por otra parte, el castigo implica, si ha de ser justo, la existencia del delito; faltando éste, carece aquél de sentido. Ahora bien, el hecho fundamental que caracteriza la nueva Economía es precisamente la reconciliación, la condonación del de– lito, Cristo con su obra paga sobreabundantemente el precio del res– cate. San Pablo lo dice ex¡:>lícitamente: «donde abundó el delito so– breabundó la gracia» (26); y en otra parte saca la consecuencia: «no hay ya condenación alguna para los que son de Cristo Jesús» (27). Al llegar a este punto la pregunta surge espontánea, ¿cuál puede ser, en el estado actual de redimidos, el sentido de la muerte, el do– lor, y, ya en concreto, de la fatiga que hoy sigue inherente a nuestro trabajo? No hay posibilidad para la razón de castigo; nos lo decía el apóstol San Pablo. ¿Será un puro fenómeno de nuestra naturaleza? Nos hallamos ante el problema de los dones gratuítos. Nosotros alu– diremos brevísimamente a dos causas que justifican suficientemente el carácter doloroso que aún hoy acompaña nuestro trabajo. Ambas, sin conexión necesaria, revelan aspectos maravillosos del actual plan salvífica. Son éstas, el ejercicio de la virtud y nuestra solidari– dad con Cristo. EL EJERCICIO DE LA VIRTUD, particularmente de la fe, exige cierta continuidad en las antiguas condiciones. La generación natural es elemento suficiente para determinar nuestra solidaridad con el pri– mer hombre. En la vida sobrenatural en cambio el principio regene– rador se ha de hacer efectivo en nosotros por libre aceptación. La fe es elemento primario en la apropiación de la nueva vida; con la gra- 26.-Rom., 5, 20. 27.-Rom., 8, 1. 9

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