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60 REFLEJOS.-FR. BASILIO Dlt PINILLA ple derecho caracteriza la realeza mesiánica del Verbo Encamado; derecho de naturaleza, derecho de herencia y derecho de conquista, adquisición esta última de su obra de Mesías. También el hombre tiene un triple titulo de realeza sobre el mun– do. Derecho de naturaleza, pues, en ella concurre un doble princi.. pío, fuente de derecho: el espíritu, imagen de Dios, y la materia, que nos hace solidarios del mundo. Derecho de herencia: como hijo de Dios es el hombre colocado al frente de la creación; en los dos patriarcas de la humanidad-Adán y Noé-se le entrega al hombre el dominio del mundo. Derecho de conquista, que, al igual que en el caso de Cristo, será obra de su trabajo. Cristo lo adquiere sobre nuestra naturaleza, y en e11a sobre toda la creación, incorporán– dosela al encarnarse y redimiéndola en la Cruz. El hombre lo ad– quiere sobre el mundo actuándole mediante el trabajo que ensancha sus propios limites al inscribir su pensamiento en las cosas. Encontramos un dato en la antigua religión persa, que, dentro de su acusado extremismo, alude a este hecho fundamental. Divide esta doctrina el reino del mundo entre la divinidad del bien y la di– vinidad del mal, que dominan en los lugares cultivados e incultos respectivamente. Al hombre incumbe el deber de trabajar la tierra para cooperar de esta forma a la extensión de los dominios del bien. Todo un símbolo de nuestra actitud en el ejercicio de esta mi– sión real capaz de contribuir a la realización de la gran idea que Dios tiene sobre el mundo inmediatamente creado para el hombre. , S./'>CERDOTE. Se habla con frecuencia de esta función sacerdotal t:xclusiva del hombre, único ser capaz de orientar'. debidamente el gran concierto de la naturaleza. Ya en este sentido podría la crea– ción entera contribuir al acto litúrgico del único sacerdote; algo así como el Verbo, que realizar su unión personal con nuestra natura– leza, de algún modo incorporó toda la humanidad al acto perfectísi– mo de culto que El iba a tributar al Padre. Pero nuestro trabajo está llamado a activar grandemente esta solidaridad cultual. Lo mismo que Cristo, prolongado en su Cuerpo Místico, comunica a éste su misma función litúrgica de adoración y alabanza al Padre, el hombre, actuando sobre el mundo material, ensancha sus propios límites y puede presentarse ante el altar del

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