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186 boNATú D. E MüNLERAS tú. es una pura imposibilidad moral, que varía y depende mucho de los ct·1versos individuos, de los diferentes caracteres y de la permisión divina. Así, pues, esta predisposición óntica tiene su complemento ne– cesario en las diferentes disposiciones morales del\ sujeto. 2) Disposiciones morales: En general: El querer del hombre. "Quien quisiere cumplir su voluntad (la del Padre que me envió) cono– cerá si mi doctrina es de Dios o si yú hablo por mi propia cuenta" 1 ''" Efectivamente, las disposiciones morr,les de la voluntad son imprescin– dibles para entender toda doctrina que se refiera al gobierno de la vi– ca humana, mucho más si esta doctrina es sobrenatural 170 • Ya ir, de– cía Jesús: La ley, expresión de la 0 vcluntad de Dios, no la guardaban voluntariamente; por eso no podían entender la doctrina de Cristo 171 • En particular: Esa voluntad del hombre está supeditada y condi– cionada fundamentalmente a los diversos sentimientos y tenden ...~ias que la dominan. Con razón el juicio rle Cristo en las conciencias des– cubre los sentimientos, los "pensamientos de muchos corazunes" 172 , el fondo de cada voluntad. Así esta remora de la voluntad en la acep– tación de la fe puede provenir: a.-De la misma fe, que ha de prec>::– ckr al conocimiento, es decir, que exlgc de por sí afirmarse siendo os– cura e inevidente, contra la natural tendencia de la inteligencia huma– na. En otras palabras, s,e impone como requisito previo o condición de la inteligencia. A este propósito es altamente instructiva la Justa in– terpretación de algunos Santos Padres del célebre pasaje revelación del Sacramento de la Eucaristía, que escandaliza a las muchedumbre.,, descorazona a los discípulos y prepara la traición de Judas. "El dis– curso del pan de vida dejaba ya prcveer esta ceguera de los judíos, y S. Crisóstomo pregunta a este propósito por qué Cristo les expuso es– te misterio: no podía cal}arlo más, dice el Santo; sin duda que -:llos nq eran capaces de comprenderlo aún, pero debían creer como lo ha– cían los Apóstoles, apoyados en sus promesas y esperando el porve– nir, pues los milagros vistos por ellos eran garantía bastante suficien– te. Jesús no dice: "hay entre vosotros quien no comprende:", sino "quien no cree", porque, como observa San Agustín, la falta de fe es la que no comprende: es necesario crc'er primero, después Dios da la inteligencia del misterio; es lo que dice la respuesta de Pedro: ''noso- 169. lo 7.17. 170. Cf. NÁCAR-COLUNGA O. P., Sagrada Biblia 3 (Madrid,1949) en lo 7.17. 171. lo 7,19. 172, Le 2,36.

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