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110 M IGUEL A NXO P ENA G ONZÁLEZ Studia Philologica Valentina Vol. 23, n.s. 20 (2021) 103-125 De esta manera, el capuchino aragonés contaba con la experiencia de sus compañeros en las tareas apostólico-misioneras, que le servían de refrendo y de lectura objetiva de los hechos. En 1676 habían obtenido, en Cumaná, una cédula real que les permitía recibir en sus misiones a indios fugitivos, sin recibir ningún castigo por ello, con la intención de que fueran adoctrinados. El gobernador había apoyado a los misioneros en esta cuestión, lo que generará un serio conflicto entre los curas y vicarios, que acusarán a los capuchinos de instigar a los indios a que abandonasen las encomiendas y se fuesen a las misiones, quedando las primeras desasistidas y los encomenderos en una situación precaria. No es difícil también intuir aquí la comprensión diversa que seculares y regulares tenían de la vida y del propio ministerio, y que llevaba implícita una tensión en la comprensión de cómo debían ser abordadas las tareas apostólicas y ministeriales. Ante esta situación los misioneros recurrirán a sus superiores directos —el rey y el obispo de Puerto Rico— logrando que aquella cédula se mantuviera en vigor. Esta manera de proceder ubicará muy pronto a los misioneros en una situación particularmente compleja. Los curas y encomenderos recurrirán repetidamente al gobernador y al soberano, cuestionando las prácticas de los capuchinos. El informe del gobernador da cuenta del proceder de los misioneros y de los abusos sufridos por los naturales: Me he informado de las personas de más suposición en estado y capacidad de esta provincia y todas unánimes y conformes dicen tantas alabanzas de estos santos varones, que no hallo modo para significar a V. M. lo heroico de sus virtudes y lo ardiente de su celo en la conversión de estos naturales, exponiéndose fervorosos al martirio en muchísimas ocasiones, sin reparar en penetrar las más fragosas tierras de caribes e indios bárbaros levantados, por dilatar nuestra santa fe católica en lo más remoto de esta provincia… Y conozco que los sujetos que a V. M. han dado las noticias, tan contrarias a la verdad, del fruto que han hecho y hacen estos apostólicos varones, ha sido mera emulación, originada de una pasión infernal por no poder tolerar que estos padres, como misioneros, por cumplir con la voluntad de Dios y la de V. M. católica, amparen a estos pobres indios y se opongan a las horrendas injusticias que, ciegos de la codicia, temerariamente intentan hacer a estos miserables, sin atender a otro fin que a tenerlos como esclavos, a que de mi parte me opongo, como estoy obligado, haciendo ejecutar todas las reales cédulas y ordenanzas que V. M. tiene expedidas, y es menester que el que gobernare esta provincia, esté continuamente defendiendo a los encomendados de los encomenderos y a los padres capuchinos, porque los aborrecen de muerte, como se opongan a sus injusticias por los medios que V. M. tiene mandado. 5 Con estos antecedentes, no es difícil intuir que fray Francisco José de Jaca tuviese plena conciencia de que sus pronunciamientos estaban en relación directa con un ministerio asumido y asimilado, que superaba un discurso teórico dirigido a la salvación de las almas exclusivamente, sino que bajaba a la realidad de los problemas concretos, a 5 “Informe dado al rey por el gobernador de Cumaná, D. Juan de Padilla, sobre la misión de los capuchinos (Cumaná, 9 junio 1681)”, en AGI, Audiencia de Santo Domingo , 187. Tomado de: Carrocera, B. de (1968), Misión de los capuchinos en Cumaná. II. Documentos (1650-1730) , Caracas, 152-153.

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