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Francisco José de Jaca y la retórica de la predicación al servicio de la libertad… 105 Studia Philologica Valentina Vol. 23, n.s. 20 (2021) 103-125 que se encuentran a su alcance y que, por otra parte, eran con las que contaba un predicador, algo que venía expresado ya en las múltiples sumas que preparaban a los oradores sagrados para su tarea singular. No podemos perder de vista que, en este momento, en medio de la retórica barroca propia de la época, los predicadores tenían que ir aparejados con tres requisitos: pureza de vida, conocimiento competente y autoridad otorgada por la Iglesia. El cumplimiento de los mismos es lo que dota al capuchino de la autoridad profética necesaria para escribir al rey, con el propósito de que ponga freno a “las ventas de las encomiendas” (Jaca, 2002: 78). Recurre a él, pues entiende que tiene una responsabilidad singular, promoviendo la defensa de sus vasallos. Su actitud hasta aquí no suena nada novedosa, sino que la podemos comparar perfectamente con la de otros eclesiásticos anteriores, que tendrían como paradigma fundamental a Bartolomé de Las Casas. En el caso del dominico, como pusiera de relieve Santa Arias comentando la Historia de las Indias , “más que una historia es un sermón de principio a fin que cuestiona el derecho de los españoles a gobernar las Indias” (Arias, 1991: 33). Esta apreciación resulta particularmente significativa, pues pone de relieve ese otro elemento propio de la predicación que era la escritura. El modelo lascasiano, obviamente, tenía otras implicaciones más significativas, particularmente por haber sido nombrado por el monarca “Defensor de los indios”. Más allá de este detalle es obvio que ambos tienen un lugar común, que estaría remitiendo al pensamiento social cristiano propio de los Padres de la Iglesia, donde la defensa del pobre y del menesteroso ocupaba un lugar prioritario. En un segundo momento, por hacerlo más plausible; se centrará en el uso de unos autores o de unas formas que referían a la búsqueda de ese ideal, sostenido en una predicación que tenía como referente el mensaje evangélico de salvación, donde la figura de Jesús ocuparía el lugar principal. Es manifiesto que, entre el discurso del dominico de primera hora y el del capuchino, necesariamente tenía que haber diferencias externas significativas, lo que no impide descubrir una línea, un marco común, que tenía también mucho que ver con lo propio de la predicación sostenida tradicionalmente por las órdenes mendicantes (Pena González, 2014: 378-380). En el caso que ahora nos ocupa, Jaca se encuentra en una misión popular en la ciudad de Caracas. Es ahí donde utiliza la elocuencia con el fin último de ganarse la voluntad de sus oyentes. Para ello era necesario un testimonio de vida humilde y, mediante el ejemplo y la persuasión, ponerlos en el camino de la salvación, recurriendo por ello a una predicación sencilla y adaptada, en continuidad con lo que se había ya planteado en el V Concilio de Letrán: “extirpar el vicio, honrar la virtud y promover la salvación de los fieles” (Lateranense V: 635). No es extraño que eso suceda, pues nos encontramos ante la figura de un fraile capuchino, uno de aquellos que recorrían el mundo católico promoviendo la contrarreforma entre el pueblo. Algo que llevaban a cabo, mediante una predicación sencilla donde se buscaba que la doctrina calase en el auditorio (Cuthbert, 1930: 394). Se trataba de convertir a los oyentes, de ahí la urgencia también de centrarse en los problemas más acuciantes que se vivían en un determinado lugar; aquellos que dificultaban la vivencia de un cristianismo honesto. El predicador tenía que preocuparse

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