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104 M IGUEL A NXO P ENA G ONZÁLEZ Studia Philologica Valentina Vol. 23, n.s. 20 (2021) 103-125 El capuchino Francisco José de Jaca es uno de esos profetas de su tiempo que, por defender al débil vio cómo sus derechos eran pisoteados y reprimidos. Su única voluntad era modificar la situación de una sociedad injusta y opresora, que pasaba abiertamente por encima de toda legislación, ya fuera civil o eclesiástica, con la única intención de que se pudieran enriquecer unos pocos. La economía justificaba toda forma de explotación humana. Lo interesante es que, dicha defensa está sustentada en la retórica de la predicación barroca, pero que claramente remitía a aquellos momentos más vívidos del humanismo cristiano del siglo XVI. Jaca no será novedoso, pero sí fuertemente incisivo. Por lo mismo, ahora se pretende aplicar un nuevo enfoque a su acción, que nos permita descubrir de dónde obtiene esa fuerza de discurso y de acción. Esta es la experiencia vivida por el misionero capuchino fray Francisco José de Jaca en sus años de estancia en las tierras americanas, primero en Caracas y Cumaná y, después, en La Habana. Su primer testimonio corresponde al año 1678, unos meses después de llegar a América, cuando se encontraba en Caracas predicando una misión popular, momento en el que se sentirá profundamente conmovido por la situación en la que tenían que vivir algunos indios. Sus creencias son las que le mueven a alzar su voz, lo que también hoy resulta significativo. El religioso es un hombre vehemente y defensor de los desfavorecidos, que reclama el cumplimiento de las leyes y promueve la defensa de indios y negros esclavos. Esto, obviamente, requiere una adecuada explicación, pues para esta fecha los naturales de las Indias, a excepción de algunos pueblos particularmente belicosos, no podían ser esclavizados por contar ya con una legislación que regulaba sus derechos, pero como él mismo pondrá de relieve, una cosa era la legislación promulgada y, otra muy distinta, la praxis de los encomenderos y de todos aquellos que se beneficiaban de la trata. 1. La defensa del indio frente a la esclavitud “encubierta” de la encomienda Resulta particularmente llamativo que un misionero, un simple predicador, asuma el rol de defensor de los indios de manera tan espontánea cuando estaba teniendo sus primeros contactos con la realidad de aquellas nuevas tierras. Podemos intuir una sensibilidad personal al respecto, que iría aparejada de una adecuada formación filosófica y moral. Como predicador asume un rol profético, donde el paradigma ante el que se confronta se encuentra perfectamente delineado en el Evangelio. Él mismo lo expresa, “me anima la razón del ministerio evangélico que sin merecerlo profeso” (Jaca 2002: 75). Esto, lógicamente, le imponía una responsabilidad a la que tenía que ser fiel, por encima de otros intereses. Su intención es la salvación de las almas; de tal suerte que no “se pierda la cristiandad de estos parajes con los azotes, que por medio de sus ministros buenos o malos va preparando” (Jaca, 2002: 78), pero que exige también una mirada atenta a las situaciones de abuso, opresión y esclavitud en la que se pueden encontrar los más pobres de dicha sociedad. Para ello, el capuchino se valdrá de todas las estrategias de poder y persuasión

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