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Francisco José de Jaca y la retórica de la predicación al servicio de la libertad… 117 Studia Philologica Valentina Vol. 23, n.s. 20 (2021) 103-125 Quizás pueda merecer la pena hacer alguna referencia al primero de ellos: “porque el rey lo permite”. Su argumento vuelve aquí sobre los pasos anteriores, ya que el soberano no puede justificar algo que va contra una ley objetiva, de ahí que afirme que “ni permitir puede”, lo que contemplaría con más detalles en su expresión oral. No hay duda que este borrador está transido de una búsqueda sincera de justicia social, sostenida a partir de los valores morales del evangelio. 3. Recursos al Rey y a la Inquisición No sabemos más de sus actuaciones hasta que vuelve a escribir al rey desde el puerto de Cartagena de Indias, el 2 de junio de 1681. Lo hace, como él mismo explica, “no como de quien de leyes le escribe, sí como quien de cerca le predica” (Jaca 2002: 81). Este final de la carta es fundamental, pues nos da la clave para entender que todo lo que ha dicho anteriormente, cuando describe los padecimientos sufridos por los africanos, lo hace nuevamente desde el ministerio profético de la predicación, poniendo de relieve el compromiso que tiene ante la justicia, humana y divina. Por eso escribe sustentando sus principios en el Evangelio y en referencia constante al mismo: “Suplico y con religioso rendimiento ruego lea, o leer mande, las miserias que padecen tantos desdichados, hijos de la santa Iglesia redimidos por la sangre de Jesucristo…pues no dando forma para la libertad de los unos, por cuya violenta esclavitud (que como justa tengo reprobada en mis sermones), tantas pérdidas de cuerpos y almas a la vista de las experimentadas tiranías padecen… repito se compadezca de tantas ruinas. No dudo sea reo de la sangre de tantas almas perdidas en el tribunal de la divina justicia”. Es importante tomar conciencia que el capuchino no pretende solo identificar los abusos, sino que quiere conducir al soberano a ocupar el papel que le corresponde como juez. Lo había intentado previamente con otras autoridades, pero sin obtener fruto alguno, por lo que ahora recurre a la instancia más alta. Considera que si el rey no asume su responsabilidad, al permitir que las cosas sigan igual, no implica solo el sufrimiento concreto y palpable sobre la vida de los negros y los indios, sino también sobre su propia alma, que ante estos comportamientos diabólicos y abominables se orientaba a la condenación eterna. Estos principios son retomados, aunque con más fuerza, en su estancia en La Habana, donde debió también aprovechar para argumentar con más detenimiento su posición y defensa de los bozales. De esta manera, el gobernador de Don José de Córdoba escribe el 1 de julio de 1682, dando cuenta de los hechos. La información resulta particularmente interesante, no solo por ser inédita, sino por ser una de las primeras autoridades de la plaza: “Y en algunos sermones que en ella hubieron parece se portaron con imprudencia en defensa del real patrimonio de V. M. Y de que no era justo estuviesen esclavos, pasando
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