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114 M IGUEL A NXO P ENA G ONZÁLEZ Studia Philologica Valentina Vol. 23, n.s. 20 (2021) 103-125 afirmando, como era frecuente, que los africanos vivieran como fieras —en una clara referencia a la Política de Aristóteles (1254a)— justificando que se veían beneficiados de una forma de vida más civilizada. Como ya señalara Moreno comentando la carta escrita por Jaca a Carlos II, también aquí —de cara a un amplio auditorio— se trataría de justificar y verificar su credibilidad, sostenida a partir de autores reconocidos, y no solo desde textos legislativos o bíblicos, pupes que Jaca “presenta las bases sobre el locus de enunciación que se ha escogido para reordenar los pactos significativos del nomos colonial ” (2016: 62). Vuelve sobre la Escritura, recurriendo a una de sus fuentes permanentes, que no será otro que el Apóstol de los gentiles. De él se vale para desmontar los argumentos torticeros, presentados con la única finalidad de acallar conciencias. Y, en este sentido, lo único que se puede alcanzar es la condenación, como fruto de tanta malicia. Quiere que sus oyentes entiendan que no se pueden dejar engañar, ya que esto no les exime de su responsabilidad. A este fin, para que la imagen se hiciera más palpable recurre a la segunda epístola de Pablo a los tesalonicenses, mostrándoles que también ellos podían caer en manos del “hijo de la perdición” (2Tes 2,3), teniendo por lo mismo un destino eterno, cuando menos, incierto. Se trata de aprender de los errores e imitar la vida de los primeros cristianos. De esta manera, se vuelve sobre una estrategia de persuasión propia de los predicadores, que incidía directamente en el auditorio. Rico Verdú, sobre este particular, había puesto de relieve la importancia de la repetición de las imágenes, con la intención de que calase en el auditorio/lector (1973: 262). Esto, precisamente, es una constante en nuestro capuchino, ya que recurre con insistencia a los mismos argumentos. No se trataba de que careciese de otros más firmes o seguros, sino que permanece fiel a las ideas que pueden alcanzar el fin deseado, pues son suficientemente clarificadoras a tal efecto. El paso siguiente trata ya de responder a la justificación frecuente que se hacía en relación a la compra de los esclavos. Desde el lugar privilegiado del púlpito quiere hacerles ver cómo el hecho de que llegaran a las Indias ya sometidos a servidumbre, no justificaba que los que hubieran reducido a la misma actuasen lícitamente. Nuevamente recurre a la Escritura como autoridad. En el presente caso compara la manera de proceder de los escribas y fariseos —que compran a Judas por unas monedas— con la de los negros. Se refiere a justificar la compra a partir de pruebas falsas, que tienen como única intención el beneficio de unos pocos: mercaderes y propietarios. Sin afirmarlo directamente, Jaca está haciendo referencia a la argumentación y justificación tradicional que moralmente, ya daba como válida la segunda compra, a partir de otra anterior. El marco que describe ante ellos es que, de esta manera, se logra justificar la opresión de aquellos pobres (Pena González, 2003: 234-238). Aunque considera esto como un argumento astuto, pone ante su auditorio las palabras que el mismo Saulo escucha cuando cae del caballo (Hch 22,7). Se trata de una manera elocuente de afirmar, ante su auditorio, que es el mismo Señor Jesús el que les está hablando por medio de sus palabras. Quiere poner de manifiesto que su manera de actuar es un error. Al igual que el Apóstol de los gentiles, los fieles deben abandonar sus posiciones de persecución y muerte, volviendo al camino del Señor, retornar sobre la

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