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P. MELCHOR DE POBLADUR\ (90) compañeros a continuar la empresa comenzada; pero antes de embarcarse intervino contra la decisión tomada por el Consejo el Comisario general de las Indias de los Frailes Menores de la Observancia y transcurrieron otros tres años antes de que los Capuchinos de Aragón pudiesen reanudar su .apostolado en tierras americanas, aunque tampoco esta vez con la plenitud de derechos de las demás Ordenes misioneras, a quienes tradi– cionalmente estaba encomendada por los Reyes Católicos la cristianización de América ( 20). Felipe IV demostró repetidas veces su real benevolencia ' hacia los misioneros destinados a Africa. No solamente con– cedió un salvoconducto a los miembros de la primera expedi– ción congolesa, sino que les facilitó también el embarco. Para la misión de Nigricia (Guinea) dió (( ochocientos escudos de ayuda de costa y bastimento para tres messes de navega– zión )J (21). Aun cuando dichas misiones no estuvieran com– prendidas dentro de los límites del Patronato real, el Consejo de Indias intervino en su tramitación. Y hubo dificultades y forcejeos. El hecho más ruidoso lo constituye la segunda expe– dición organizada para el Congo en 1616, cuyos preparativos duraron cer-ca de un año y casi comprometieron el prestigio de Fray Francisco de Pamplona .acostumbrado a triunfar en todas las empresas que tomaba por su cuenta. El Provincial de Castilla Cristóbal de Morentín en el m– forme ya citado ( 1 oct. 16,14) describía con vivos colores las dificultades de la travesía marítima hacia el Congo: « Los medios son dificultm,issímos. y casi imposibles, .así por parte de la navegación corno del término; por parte de la naveg,ación, por– que según la relacii'in quti hasta aora tenemos es con un 1nal nahi– chuelo de ciento y cinqucnta toneladas para un viaje tan largo y yendo expuestos a ser cautihos, pre1,0s o n1uertos de moros o hereges, particulannente olandeses y de franceses, o de otros qualesquier ene– migos desta Corona; y lo ,que más es las furias del mar Océano con , una tan flaca ,defensa como es la del uahío que llehan. Cosa,; todas que parecieran emprendidas con desesperación y aborrecimiento <le la vida, si no supiéramos el santo celo que les muebe )) (:22'). Y, en verdad, que surcar los mares en tales condiciones era una temeridad y nadie se aventuraba sin aliciente del lucro que sostuviera el real o aparente celo de los Capitanes de na– vío. Fray Fr.anciRco de Pamplona lo sabía muy hien, por eso a fines de 1646 pedía al Rey <e diera provisiónl de negros a la (20) Cf. FRoIÜN DE RIONEGRO, Relaciones de las misiones de las PP. Cd– puchinos, p. 1 sigs. (21) Carta del P. Gaspar de Sevilla a Mons. Francisco lngoli, Antequera, 29 ago5to 1645, en Arch. Prop. Fid-e, Scritture antiche, vol. 110, f. 48. (22) Madrid, Bibl. Nac.ional, 11'.ls. 3818; Boletín Oficial de la Provincia Ca. puchina de Navarra-Cantabria-Aragón, 1·948, t. III, p. 70.

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