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(89) ASPRCTOS DEL MOVIMIENTO ~USJONERO ( 1618-16:"iíl) 41 viucia de Urabá con efectos verdaderamente maravillosos. En julio del año siguiente se presentó en Madrid el P. Francisco de Vallecas, pidiendo al Rey se sirviera (( aprovar lo que él y sus compañeros han obrado en la conversión de los indios del Darien y Urabá y les concella licencia para proseguir en ella )) ( 17). Como de costumhre, el Rey pasó el memorial al Consejo que lo examinó en la asamblea del 18 de agosto. Los consejeros tuvieron ocasión de manifestar una vez mái, sus en– contradas opiniones. Unos -y eran minoría- .admitiendo y todo el nobilísimo fin de los solicitantes, no juzgaban conveniente « introducir novedades>), sobre todo porque aquellas regiones estaban suficientemente atendidas por los misioneros y religiosos fJUe habían pasado a Indias a costa del erario público, y por tanto exigían que se prohibiera a los Capuchinos el pasaje. No discurrían así los otros consejeros capitaneados por el fervoroso y entusiasta D. Juan González, quienes insistiendo sobre las venta– jas del apostolado de los Capuchinos, «que por su institucíón ha– cen más confianza en ellos los naturales por su despego a los bie– nes temporales que profesan )) ; y encareciendo el nunca des– mentido celo de Su Majestad, (( que tiene dieho en tantas Cédu– las que estima más la conversión voluntaria de un solo indio que el ser Monarca del Nuevo Mundo)>, reclamaban de la autori– dad competente todo el apoyo necesario para continuar la em– presa << milagrosamente )) con tau buenos augurios comenzada por los Capuchinos allende los mares. El :rn <le agosto el Nuncio comunicaba a la S. Con~rega– ción que, por fin, l◄'rancisco de Vallecas hahía ohtenido lo que pedía(l8). Sin embargo, éste no pudo realizar el plan concebido, pues mientras llevaha a eaho las negociaciones en i'Vladrid, sus compañeros de Urahá decidieron volver a España, a donde efectivamente llegaron el 7 de septiembre de 164,9 (19). Ni tuvo mejor suerte otra expedición dirigida por Fr. Francisco de Pamplona con el beneplácito del Consejo de las Indias para las islas ele Barlovento al año siguiente. No JHHfü:ron desemharcar en la isla de Granada, que hallaron ocupada por las tropas fran– cesas; y aconsejados por el Ohispo de Puerto Rico Fr. Fernan– do Loho de Castrillo, se establecieron en la región de Cumaná e iniciaron su apostolado e1itre los indios cumanagotos y otras tribus circunvecinas. Apenas llegó la noticia a Madrid, fué no– tificado a los misioneros la voluntad del Rey de que regrasaran a España y así lo hicieron. El Prefecto P. Lorenzo da Maga– llón a su llegada a la Corte dió tan cumplida razón al Rey y a su Consejo, que luego le autorizaron para que volviera con sus (17) Informe del Consejo snhre la petición de Francisco de Vallecas, 18 de a.gosto 1648, ed. por FROIL.b· DE RrnNEGml, Orígenes de las misiones, p. 12. (18) A.rch. Prop. Fide, Scritture antiche, vol. 97, f. 102. (19) Cf. N1coLAUS CoRDUBENSIS, Rrevis notitia, p. 86 sig.

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